Francisco eligió el segundo domingo de la Cuaresma, el primero después de su viaje a México, para volver a proponer, en ocasión del Jubileo, la abolición de la pena de muerte. En septiembre del año pasado ya había hecho una invitación semejante en el Congreso estadounidense, y también habló al respecto en su discurso para la Jornada Mundial de la Paz del Jubileo de la Misericordia, celebrada el primero de enero de 2016.
«Me apelo a la conciencia de los gobernantes —dijo Francisco después de la oración mariana—, para que se alcance un consenso internacional para la abolición de la pena de muerte. Y propongo a cuantos entre ellos son católicos que cumplan un gesto valiente y ejemplar: que no se ejecute ninguna condena a la pena de muerte en este Año Santo de la Misericordia».
Llamado contra la pena de muerte
El llamado del Papa fue recibido con un gran aplauso de los fieles que estaba reunidos en la Plaza San Pedro. «Mañana tendrá lugar en Roma —recordó— un encuentro internacional sobre el tema: ‘Por un mundo sin la pena de muerte’ promovido por la Comunidad de San Egidio. Deseo que el simposio pueda dar un renovado impulso al compromiso en favor de la abolición de la pena capital. Es un signo de esperanza ver que se desarrolla y difunde cada vez más en la opinión pública una posición contraria a la pena de muerte, también como instrumento de legítima defensa social. En efecto, las sociedades modernas tienen la posibilidad de reprimir eficazmente el crimen, sin quitarle definitivamente a aquel que lo ha cometido la posibilidad de redimirse. El problema se debe enfocar en la perspectiva de una justicia penal, que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio de Dios sobre el hombre y sobre la sociedad. El mandamiento ‘no matarás’ tiene valor absoluto y se refiere tanto al inocente como al culpable».
«El Jubileo extraordinario de la Misericordia —insistió Papa Bergoglio— es una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de toda persona. También el criminal mantiene el inviolable derecho a la vida, don de Dios. Me apelo a la conciencia de los gobernantes, para que se alcance un consenso internacional para la abolición de la pena de muerte. Y propongo a cuantos entre ellos son católicos que cumplan un gesto valiente y ejemplar: que no se ejecute ninguna condena a la pena de muerte en este Año Santo de la Misericordia». Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad, recalcó «están llamados hoy a obrar no solo en favor de la abolición de la pena de muerte, sino también con el fin de mejorar las condiciones de reclusión, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de la libertad».
El viaje a México
Antes de recitar la oración mariana del Ángelus, el Pontífice quiso dedicar algunas palabras al viaje que acaba de hacer a México, mismos que definió como una «experiencia de transfiguración».
«El Señor nos ha mostrado la luz de su gloria a través del cuerpo de su Iglesia —prosiguió—, de su Pueblo santo que vive en aquella tierra. Un cuerpo herido tantas veces, un Pueblo tantas veces oprimido, despreciado, violado en su dignidad».
«El ‘baricentro’ espiritual de mi peregrinaje —puntualizó Bergoglio— fue el Santuario de la Virgen de Guadalupe. Permanecer en silencio ante la imagen de la Madre era lo que me proponía antes que nada. Y agradezco a Dios que me lo haya concedido. Contemplé y me dejé mirar por Aquella que lleva impresas en sus ojos las miradas de todos sus hijos, y que recoge los dolores por las violencias, los secuestros, los asesinatos, los abusos contra tanta pobre gente, contra tantas mujeres».
Según Papa Francisco, el Señor entregó a México una herencia específica, la de custodiar «la riqueza de la diversidad y, al mismo tiempo, manifestar la armonía de la fe común, una fe franca y robusta, acompañada por una gran carga de vitalidad y de humanidad. Como mis predecesores, también yo fui a confirmar la fe del pueblo mexicano, pero, contemporáneamente, a ser confirmado».
El encuentro con Kirill
El Pontífice también se refirió al encuentro histórico con el Patriarca Kirill en La Habana: «Elevemos una alabanza especial —dijo— a la Santísima Trinidad por haber querido que, en esta ocasión, se diera en Cuba el encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscú y de toda Rusia, el querido hermano Kirill. Un encuentro muy deseado también por mis predecesores. También este evento es una luz profética de Resurrección, de la que el mundo hoy tiene más necesidad que nunca. Que la Santa Madre de Dios continúe guiándonos en el camino de la amistad y de la unidad». Después, el Papa pidió a los fieles que recitaran con Él un Ave María, rezando a la Virgen de Kazán, el ícono que le regaló justamente Kirill.
La 'Misericordina Plus'
Y después, la «sorpresa» final: «La Cuaresma —recordó Bergoglio— es un tiempo propicio para cumplir un camino de conversión que tiene como centro la misericordia. Por ello, hoy, pensé regalarles a ustedes que están aquí en la plaza una ‘medicina espiritual’ llamada ‘Misericordia’. Ya lo hicimos una vez, pero ahora es mejor, esta es la ‘Misericordia Plus’. Es una cajita que contiene la corona del Rosario y la imagen de Jesús Misericordioso. Ahora la distribuirán los voluntarios, entre los cuales hay algunos pobres, sin techo, prófugos y también religiosos. Reciban este don —concluyó Francisco— como una ayuda espiritual para difundir (especialmente en este Año de la Misericordia) el amor, el perdón y la fraternidad».
Mauro Pianta
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