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21 Září 2016

El papa Francisco pide que ante la guerra no haya "división entre las religiones"

Asegura que la guerra no está lejos, "porque está cerca y nos toca a todos. La guerra empieza en el corazón"

 
verze pro tisk

El papa Francisco rechazó este martes el uso de la violencia en nombre de la religión y dijo que esta supone su deformación y “contribuye a su destrucción”, junto a líderes de diversas religiones del mundo en la clausura de la cumbre interreligiosa de Asís. Francisco viajó a Asís para participar en la última jornada de diálogo y paz del congreso interreligioso promovido por la Comunidad de San Egidio y que, durante tres días, ha reunido a líderes de todas las confesiones religiosas, además de a presidentes, ministros, economistas, teólogos, sociólogos y premios Nobel de la Paz.

A su llegada a la ciudad de San Francisco, el Papa encontró en el Sacro Convento de Asís al custodio del templo, Mauro Gambetti; al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé; al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y a otros líderes hebreos, musulmanes y budistas. Posteriormente, mantuvo un almuerzo con algunos líderes religiosos y también con un grupo de 25 refugiados procedentes de Siria, Afganistán, Mali, Nigeria y Pakistán.

Tras la comida, participó en una oración por la paz en la Basílica de San Francisco de Asís, donde condenó que aquellas personas que huyen de sus países en conflicto se encuentran “muchas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, del egoísmo de quien siente fastidio”. En este acto, el Papa y los diversos líderes religiosos rezaron por el fin de los conflictos y el establecimiento de la paz en diversas zonas del mundo.

Nombraron a países como Colombia, México, “herido por el narcotráfico”, o Venezuela, pero también la República Democrática del Congo, Libia, Tierra Santa, Mozambique, Somalia, Afganistán o Ucrania. Al tiempo que se citaban los distintos países por los que se rezaba para que se estableciera la paz, los participantes encendieron una vela, entre cánticos religiosos.

Concluido este acto, Bergoglio se dirigió en procesión acompañado por los líderes religiosos a la plaza de San Francisco de Asís, donde pronunció un discurso en favor de la convivencia fraternal y la paz. “Reunidos aquí una vez más, afirmamos que quien utiliza la religión para fomentar la violencia contradice su inspiración más auténtica y profunda, que ninguna forma de violencia representa la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción”, sostuvo.

Francisco criticó la utilización del “nombre de Dios para justificar la violencia” y subrayó que “sólo la paz es santa y no la guerra”. A su juicio, las sociedades actuales sufren una “gran enfermedad” que es “la indiferencia”, un virus -dijo- que “paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia”.

El Papa ha advertido que las víctimas de la guerra encuentren “demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en televisión”.

Repudió “las guerras, el terrorismo y la violencia” y defendió fomentar la paz que tanto “anhela la humanidad”. Un paz, matizó, que “no puede brotar de los desiertos del orgullo y de los intereses particulares, de las tierras áridas del beneficio a cualquier precio y del comercio de las armas”. La paz, prosiguió, debe ser “verdadera, no ilusoria”, y solo se consigue poniendo “en el primer lugar a los que sufren” y afrontando “los conflictos y sanarlos desde dentro”. En este sentido, ha recalcado que Dios tiene sed de amor, elemento no menos esencial para vivir que el agua.

A juicio del Papa, “paz quiere decir perdón”, “fruto de la conversión y de la oración”, pero también “acogida, disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón”, “colaboración, intercambio vivo y concreto con el otro” y “educación, una llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir la cultura del encuentro”.

Asimismo, ha alentado a los cristianos a estar unidos y cerca de los que sufren y ha puesto el ejemplo de Santa Madre Teresa de Calcuta en su servicio a los más pobres, invitando a escuchar “la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz”. “En la Cruz, árbol de vida, el mal ha sido transformado en bien; también nosotros, discípulos del Crucificado, estamos llamados a ser ‘árboles de vida’, que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor”, ha recalcado.

También recordó el viaje que realizó hace pocos meses a la isla griega de Lesbos, donde vio “en los ojos de los refugiados el dolor de la guerra, la angustia de pueblos sedientos de paz”.

Finalmente, el Papa hizo un llamamiento para que todas las personas, con independencia de su confesión religiosa, “se reúnan y susciten concordia, especialmente donde hay conflictos”, y se liberen “de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio”.

También se dirigió a los “líderes de las naciones, para que no se cansen de buscar y promover caminos de paz, mirando más allá de los intereses particulares y del momento”.

Tras el discurso, el papa Francisco saludó a algunos de los participantes en este congreso interreligioso por la paz que ha reunido durante tres días a miles de participantes y a más de 500 líderes religiosos, políticos y del mundo de la cultura de todas partes del mundo.

A Asís han asistido por ejemplo el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I; el presidente de la República Centroafricana, Faustin-Archange Touadéra, los premios nobel de la Paz Hassine Abassi y Amer Meherzi, el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman o el gran duque de Luxemburgo, Enrique de Nassau-Weilburg y Borbón-Parma.

El encuentro ha conmemorado el trigésimo aniversario de la Jornada de Oración por la Paz que tuvo lugar el 27 de octubre de 1986 y que fue impulsada por el papa San Juan Pablo II.

Francisco regresó a Roma tras su tercera visita a Asís, en el centro de Italia, después de haberla visitado el pasado 4 de agosto y el 4 de abril de 2013 en ocasión de la festividad del santo que él eligió como nombre tras ser elegido Papa.

Antes de viajar a Asís, el papa Francisco pidió que ante la guerra que existe en varios rincones del mundo no haya divisiones entre las diferentes religiones, en su homilía de la misa matutina que celebró en la Casa Santa Marta, su residencia en el Vaticano. Francisco dedicó la homilía al sufrimiento que causa la guerra. "No existe un Dios de la guerra. El que hace la guerra es el maligno, el diablo, que quiere asesinar a todos. Ante ello no puede haber divisiones entre las diferentes religiones", afirmó.

Francisco también dijo que "no podemos hacer oídos sordos a los gritos de dolor de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la guerra". "Nosotros la guerra no la vemos. Nos asustamos por algún acto de terrorismo pero esto no tiene nada que ver con lo que pasa en esos países donde caen bombas día y noche y asesinan a niños, ancianos hombres y mujeres", agregó.

Y aseguró que la guerra no está lejos, "porque está cerca y nos toca a todos. La guerra empieza en el corazón". "Pensemos sólo en las bombas, en los muertos, en los heridos, en aquellos niños y ancianos a los que no les llega la ayuda humanitaria para poder comer. No les llegan las medicinas. Están hambrientos y enfermos porque las bombas impiden también esto", añadió.

En relación a la jornada de oración por la paz que se celebra este martes, Francisco dijo que "estaría bien si cuando recemos cada uno sintiese vergüenza. Vergüenza por lo que los humanos, nuestros hermanos, somos capaces de hacer".