De todas las ideas que iluminan su discurso, y toda la sala, me quedo con una confesión dicha de paso. “Soy un idealista, pero también un realista, y a veces estas dos miradas no son tan lejanas”. Antes lo ha presentado Jaume Giró (“es la lucha por un alma global”), y los asistentes nos hemos preparado para escuchar a un hombre lúcido que ha hecho de su compromiso religioso y de su firmeza ética un gran proyecto colectivo.
Es Andrea Riccardi, historiador, escritor y fundador de la Comunidad de San Egidio, una comunidad de laicos que creó cuando sólo tenía dieciocho años, y que ahora cuenta con 50.000 miembros en todo el mundo.
Centrada en los más vulnerables, San Egidio ha convertido la trascendencia religiosa en acción humanitaria, y ha sido reconocido por su lucha contra la pena de muerte, el sida, la reconciliación de partes en conflicto y, recientemente, su compromiso con los migrantes africanos y los refugiados sirios. Los principios fundadores son sencillos: plegaria, misión evangélica, comunión con los pobres, ecumenismo y una infatigable lucha por la paz. Es decir: la dosis de espiritualidad por trascender; la dosis de idealismo para empujar hacia un mundo mejor, y la dosis de realismo para tener los pies en el suelo ante los problemas más lacerantes, y actuar en consecuencia.
¿Ahora ha vuelto a Barcelona (“¿cómo habéis construido esta ciudad maravillosa? Dadnos la receta”), y nos ha hablado de dos tragedias que llaman a la puerta de Europa y la encuentran cerrada: el terrible drama de los refugiados sirios y las grandes migraciones africanas, que han convertido el Mediterráneo en la fosa común de miles de personas. Un dato terrorífico, que nos ha noqueado: el business de la mafia del tráfico de seres humanos ya mueve más dinero que la droga. Y el negocio irá a más, porque la mitad de los africanos tienen menos de 18 años (la media europea es de 44), están decepcionados con su realidad y sólo aspiran a viajar hacia el sueño europeo. Por el camino, como denunciaba ayer la CNN, muchos son vendidos como esclavos por las mafias libias. La tragedia siria también aporta datos terribles: 500.000 muertos, cinco millones de refugiados, seis millones de desplazados, armas químicas, masacres del Daesh..., “todas las experiencias del horror”, ha exclamado Riccardi.
Y mientras eso pasa en un Mediterráneo “que une, incluso cuando no queremos estar unidos”, Europa rehúye el debate, el compromiso y la acción, perdida en sus miedos, sus intereses y sus miserias. Sin embargo, ¿hasta cuándo? Porque el suelo se está moviendo bajo los pies y no podremos rehuir nuestra responsabilidad. “Tenemos que reflexionar, tenemos que actuar, no debemos tener miedo”, y Riccardi lo demuestra con los corredores humanitarios que ha creado para salvar a toda la gente que pueda. Es la fe convertida en compromiso, el compromiso en acción y la acción en vida.
Gracias, Andrea.
Pilar Rahola
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