| 13 Kwiecień 2017 |
Lavandería gratis en el Vaticano para los sin hogar |
El Papa impulsa una serie de actuaciones para facilitar la vida de los más necesitados |
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Con una escoba y un recogedor, el nigeriano Desmond Omokaro, de 18 años, quiere integrarse en Italia y agradecer a los ciudadanos de este país la acogida que le han dado. Pasa varias horas cada día barriendo las calles de los barrios romanos de Prati y Monteverde, cercanos al Vaticano. La energía se la dan los cascos con los que escucha música y las ganas de ampliar los seis meses de permiso de residencia que tiene.
Su rutina es siempre la misma. Por la mañana, deja la habitación compartida de un piso de las afueras de la capital italiana y llega hasta el centro con sus aperos de limpieza. Elige una zona en la que trabajar y coloca dos carteles con los que se presenta a los transeúntes: "Queridas señoras y señores, deseo integrarme honestamente en vuestra ciudad sin pedir limosna. Desde hoy, voy a mantener limpias vuestras calles. Os pido solamente una aportación de 50 céntimos por mi trabajo. Bolsas, escobas, recogedores y otro material para la limpieza serán bienvenidos. ¡Gracias!". El joven limpia la calle y, cuando acaba, se traslada a otra.
Es una de las formas espontáneas de integración que han surgido en Roma en los últimos meses. La ciudad se está transformando para vivir una realidad que ya es permanente en un país que rescató del mar el año pasado a más de 180.000 migrantes. Para hacerles la vida más fácil a ellos -y a todas las personas sin hogar que viven en la ciudad- el Papa tuvo la iniciativa de abrir en el Vaticano una lavandería a la que pueden acudir de forma gratuita desde el pasado lunes. Seis lavadoras y seis secadoras donadas por la multinacional Whirlpool y detergentes facilitados por las marcas Dash y Lenor se hallan a disposición de los más necesitados en el centro Gente de Paz de la comunidad católica de San Egidio, una institución de referencia en la acogida a inmigrantes, ancianos y personas sin hogar.
La apertura del local llega después de que la Limosnería Apostólica pusiese en marcha unas duchas en la columnata de Bernini de la plaza de San Pedro y un servicio de barbería. Todo es idea de Francisco, que tiene muy presentes a quienes llama "personas sin domicilio fijo" -evita hablar de sin hogar, mendigos o vagabundos- y que se dio cuenta de la importancia que dan a la higiene cuando uno de ellos le comentó avergonzado que el mal olor y la suciedad es un problema que tienen que sufrir a diario.
El Vaticano tiene en marcha otros planes para facilitar la vida de los más necesitados: está prevista la apertura de más duchas, un servicio de guardarropa, ambulatorios y lugares de distribución de artículos de primera necesidad.
Iniciativas como esta llevan a Omokaro hablar de la gratitud que siente. "La gente aprecia lo que hacemos", señala contento. Mientras pasa la escoba, le gusta dar los buenos días a los viandantes y practica con ellos su todavía rudimentario italiano. "Buongiorno bella", "buona giornata signore" han sido de sus primeras palabras, acompañadas de un "grazie" que pronuncia siempre que alguien deja algo de dinero en su cuenco. Hasta que no termina el día no sabe lo que ha ganado, pero suelen ser unos cuantos euros que le permiten comer algo y pagar la habitación en la que reside.
No es el único que barre las calles con la esperanza de salir adelante. "Somos muchos chicos los que hacemos esto por los italianos. Vimos que las calles de Roma estaban muy sucias y que podíamos hacer algo útil para embellecer una ciudad que nos está dando una oportunidad", comenta.
Lejos queda un pasado del que no desea recordar nada -"solo quiero olvidar el viaje", se limita a decir- y en su mente está integrarse en un país que le hace soñar con lograr un futuro mejor.
María Salas Oraá
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