Más que una invitación, una advertencia. Eso es lo que ha emergido en Cracovia durante la concurridísima mesa redonda sobre Auschwitz que se abrió con el emocionante testimonio del rabino jefe de Savyon, David Brodman, que sobrevivió a la deportación en tres campos de exterminio.
El deber de la memoria ha sido el hilo conductor de las intervenciones que se han sucedido en la mesa redonda “Auschwitz no puede caer en el olvido”, la primera de las 22 que animan el encuentro internacional fomentado por la Comunidad de Sant'Egidio, “Religiones y culturas en diálogo" en Cracovia, a 70 años de la Segunda Guerra Mundial.
La pregunta “¿Por qué seguir recordando? ¿No es mejor olvidar?” sirvió de telón de fondo de todas las intervenciones. Las respuestas de los oradores fueron varias, pero básicamente convergían: “Pararnos frente a estos terrores cambia nuestra conciencia y forma en nosotros el sentido del humanismo”, ha explicado el profesor Klaus Reder, de la Comunidad de Sant’Egidio. O bien, tal como ha resumido eficazmente el rabino jefe de Polonia M. Schudrich: “Cada vez que recordamos la Shoah, el mundo da un paso adelante y se aleja del riesgo de que vuelva a suceder”.
Él mismo confirma esa idea cuando, contestando a una pregunta sobre el antisemitismo hoy, admite que “existe antisemitismo en Polonia, pero es menor de lo que se puede imaginar porque el testimonio de Juan Pablo II dio la oportunidad de comprender que el antisemitismo es pecado”.
Esta afirmación, que Su Eminencia el cardenal Dziwisz hizo suya, es uno de los motivos por los que, al finalizar la mesa redonda, se le concedió la prestigiosa Águila de Karski. Para la ocasión el premio Nobel Elie Wiesel envió un mensaje que está en sintonía con el espíritu del congreso: "La guerra no ayuda nunca a los hombres sino que los ofende. Sólo la paz ofrece esperanza” |