Peque�as prisiones
Muchas personas han estado alguna vez
detenidas. Adem�s, la c�rcel ha sido la antec�mara de la vida en la calle: cuando salen de la c�rcel, en ausencia de alternativas, (apoyo en la familia u otro) se encuentran sin puntos de referencia.
Los delitos de los que en general son personas sin techo entran en la llamada "microcriminalidad": por una parte la escasa gravedad de los delitos y por la otra los beneficios previstos en la ley para penas inferiores a dos/tres a�os, (confianza en el Servicio Social, semilibertad, etc.) har�an pensar en buenas posibilidades de reinserci�n para esta grupo de detenidos. Los comportamientos desviados de las personas sin techo tienden a repetirse en el tiempo por ausencia de alternativas sustanciales.
Quien se equivoca paga dos veces
La experiencia de una detenci�n en estos casos, en efecto, se introduce en situaciones personales y familiares a menudo dif�ciles, tanto desde el punto de vista econ�mico como cultural: esta posici�n de desventaja, junto a la carencia de recursos del sistema de seguridad social,
hace que quien se "equivoque", pague una pena doble: la detenci�n y la sucesiva repetida exclusi�n del contexto social y laboral.
Quien tiene antecedentes penales tiene pocas posibilidades de encontrar un trabajo regularmente
retribuido. La ausencia de un domicilio fijo agrava esta situaci�n: la b�squeda de un trabajo es casi imposible a menos que encuentre contempor�neamente un alojamiento, por otra parte inalcanzable para una persona sin renta fija.
La vida como una prisi�n
A veces las condiciones f�sicas de quien vive por la calle est�n tan deterioradas que tras un periodo en la c�rcel se restablecen porque ha tenido la posibilidad de comer regularmente. Parad�jicamente,
para algunas personas la c�rcel se convierte en la �nica
"casa" de la que han podido disfrutar y el trabajo como
recluso su �nico trabajo "en regla": es un aspecto particular pero real en la vida de las personas sin techo. No falta el deseo de trabajar pero las oportunidades para un detenido sin domicilio fijo son muy escasas.
Para ellos tambi�n es muy dif�cil disfrutar de las medidas alternativas a la detenci�n. La primera dificultad es de orden econ�mico: la imposibilidad de pagarse un abogado hace que recurran a un abogado de oficio. Adem�s, no siempre disponen de las informaciones necesarias para solicitar los ben�ficos a los que tienen derecho: es necesario estar en contacto con el exterior, tener un conocimiento de los recursos del sistema social que quien vive en la calle a menudo no tiene.
Un papel decisivo est� de nuevo determinado por la posibilidad de tener un domicilio estable, indispensable para obtener medidas alternativas como los arrestos domiciliarios o los permisos o un servicio social.
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