Antananarivo (Madagascar) – Crece la amistad con los ancianos, en la ciudad y en los pueblos
9 de marzo de 2011
En la gran isla de la que dicen que es lo que queda de un sexto continente hoy desaparecido, entre las viejas casas de madera y las calles pobladas de Antananarivo, se esconde un trozo de aquel continente de ancianos que aumenta enormemente allí como en otras partes.
Desde que, por la crisis política y económica, la gente emigra cada vez más del campo a la capital, familias enteras terminan viviendo por la calle y los ancianos fácilmente se quedan solos, preocupados por la idea de ser un peso para los hijos. Otros, más afortunados, viven con las remesas de los hijos que trabajan en el extranjero. Todavía tienen una casa, pero ya no tienen familia.
Los jóvenes de la Comunidad de Sant’Egidio de Antananarivo visitan habitualmente a algunos ancianos que viven en casa o en el “Foyer de vie”. Pero en los últimos meses, algunos de ellos habían sido enviados fuera de la ciudad, por obras de restauración en el foyer.
Hizo falta algo de tiempo para entender dónde estaban, pero finalmente los jóvenes los encontraron: pasado el pueblo de Ambohimananbola, existe todavía un camino en medio de los arrozales que lleva a la cima de la colina. Las mujeres más ancianas esperaban con impaciencia.
El lugar desconocido y aislado, el nuevo ambiente, la distancia de la ciudad, y también la separación de los compañeros de habitación, los ritmos diferentes… Se sentían todos un tanto dispersos, como dijo, en nombre de todos, la anciana Razafy: “Nos habéis encontrado”.
La oración juntos y luego la fiesta ayudaron a manifestar que forman parte de una familia que no olvida a nadie y que no cede a la distancia. Un secreto que hay que custodiar juntos, jóvenes y ancianos.