Meditación (1 Jn, 3, 10 -18): El verdadero amor
Introducción: “En esto hemos conocido lo que es amor : en que él dio su vida por nosotros...” ( 1 Jn 3,16)
El apóstol nos remite al inicio de la historia, a los ancestros de todos, a los dos hijos de Adán, el fruto de sus entrañas, al primer crimen de la historia bíblica del hombre, a Abel, ejemplo de la bondad, y al mal personificado en el ejemplo de Caín. Nos conduce sobre todo a lo más profundo de nuestro corazón, que oscila entre el ejemplo de Caín y el de Abel. Los filósofos y después de ellos los Evangelistas han hablado de esta enseñanza llamándola “los dos caminos: Y”.
El evangelio de Mateo explica que hay un camino estrecho que conduce a la vida, y otro, más largo, que conduce a la ruina. En el de Juan también se encuentran los temas dialécticos de la luz y de las tinieblas, de la vida y de la muerte. Es también por esto que en la parábola del hijo pródigo (Lc 15), Jesús nos presenta al padre con dos hijos, el primogénito y su hermano menor. Más en general, existe por un lado la familia de Dios que vive según su moral, sus mandamientos y a su “semejanza”, y estos son los hijos de Dios tal y como los define el texto en nuestro caso, y por otro lado existe la familia de Satanás, que se define así por las malas acciones que realiza.
Son palabras que nos conducen a lo que es lo más importante de nuestra vida. Se trata de un texto antropológico y teológico por excelencia. Nos devuelve a nuestra particularidad humana, y hace referencia a nuestro libre albedrío: hacia lo que reside en nuestro corazón.
Problemática
Caín y Abel. Dos personas. Cada uno de ellos es el hermano del otro. Los dos tienen el mismo lazo que los une. El primero es un asesino. El segundo es el que ama. Los dos adoran a Dios. El primero “presenta su propio ofrecimiento” para justificarse ante Dios. El segundo adora porque ama. El primero adora pero su corazón está lleno de otros deseos. El segundo adora y su corazón es sincero. Uno ofrece lo que es “debido”. El otro ofrece el “corazón”.
¿Acaso las escrituras no dicen : “hijo mío dame tu corazón”? (Proverbios).
El primero ha dado de los frutos de la tierra que posee, lo que significa que ha cumplido con un deber. El segundo ha dado a Dios de lo que ama, es decir de su corazón. El primero se ha mostrado lleno de maldad. ¡El segundo lleno de amor!
Todos exigen la fraternidad, pero no todos son hermanos. ¡Todos exigen el amor pero no todos son realmente personas que aman!
El apóstol Juan incide en esta terrible contradicción indicando: “hijos míos, no amemos con palabras ni con la lengua, sino con los hechos y en la verdad”.
¿Cómo amar en la verdad y no de manera hipócrita?
¿Cómo amar para amarse sin pelearse?
¿Cómo hablar del amor y actuar en consecuencia?
El sujeto
¿Por qué Caín mató a Abel? Se trata de una pregunta que el apóstol Juan incluye en el Génesis para mostrarnos cómo se debía amar verdaderamente. ¡Era su hermano, y sin duda profesaba un cierto amor por él, pero acabó por asesinarlo!
Caín amaba a su hermano. Pero se amaba más a sí mismo. No importa que ames “mucho”. Es más importante que ames “más”. Mucha gente se pelea y a la vez pretende amarse, y esto no es una mentira. ¡Muchas personas se divorcian y al mismo tiempo siguen hablando del amor que sienten el uno por el otro!
El verdadero amor, el amor efectivo, no reside únicamente en las palabras, ni en las emociones, los deseos o los sentimientos. Efectivamente en esto “hemos conocido el amor, El (el Cristo) ha dado su vida por nosotros”. Para nosotros es el amor ejemplar. Es verdadero, ya que se trata de dar antes que de recibir. Se trata del don de dar, de verdad, más al otro y menos para nuestra propia autosatisfacción. Es el amor casto que aspira a donar y no a intercambiar ni a condicionar el don que se haga. ¡Unicamente desde este amor es posible el amor a nuestros enemigos, como nos recomienda el Evangelio!
El verdadero amor consiste en anteponer al otro a uno mismo. En dar al otro de lo que es tuyo.
No hay mayor acto de amor que el de dar todo lo que nos pertenece a otra persona que no nos haya dado nada. Como es el amor de Jesús por nosotros y por todos aquellos que lo crucificaron, cuando todavía éramos pecadores.
El amor es el acto de vaciarnos (“KENOSIS”) para fortalecer al prójimo. El hecho de amar a alguien de verdad no es que lo amemos “mucho”, sino que lo amamos aun cuando sea sólo un poco, pero que es “más” que a nosotros mismos.
“Amo”: es una palabra magnífica. Una acción sagrada. El que ama es un santo. Es más, el que es santo es el que ama. El libro Santo nos invita a esta santidad. Se trata de una invitación a preferir al otro antes que a sí mismo. Es aquí donde reside la elección santa. Cualquier otra elección, con o sin amor, es una elección maligna.
Los hijos de Dios prefieren a los otros antes que a ellos mismos, empezando por su amor a Dios Mismo, ofreciéndole lo mejor de lo que ellos aman.
Dios nos enseña que de la misma forma debemos amarle, también debemos amar a nuestros hermanos. Nuestro Señor no nos ha enseñado solamente “cómo hacerlo” para amar sino que también lo ha hecho.
Epílogo
¿Amas a Dios? Entonces ama como Él. Veamos lo que dice el apóstol en este punto : “si hemos conocido el amor, en el que Dios se ha entregado por nosotros, también es necesario que nos entreguemos a nuestros hermanos”. No se puede amar verdaderamente sin amar a Dios, es decir, si somos capaces de amar como Él.
Es la esencia de la ley y de todos los profetas, el mandamiento del amor: “ya que sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, por el hecho de amar a los hermanos”, es decir que nos sacrificamos para dar al prójimo.
Queridos, estamos aquí todos reunidos, y donde reside en el corazón de cada uno de nosotros el amor por el otro. ¿Pero cuál es el alcance de este amor? ¿Es éste mayor que nuestro sentimiento de la diferencia? Si no es así no tenemos derecho alguno de hablar del verdadero amor.
Creo en el amor que es mayor que la diferencia, y os aseguro a todos vosotros y sin excepción que nuestro amor a cada uno de vosotros es mayor de lo que pueda haber de diferente entre nosotros. Amen. Os doy las gracias.
|