Durante el encuentro con los refugiados en la Comunidad de Sant'Egidio, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, escuchó los testimonios de tres de ellos. A continuación reproducimos íntegramente sus mensajes:
Sediqa Ibrahimi de Afganistán
Me llamo Sediqa, vendo de Afganistán y soy de etnia hazara. Llegué a Italia hace algunos años. Me considero afortunada porque mi marido, refugiado en Italia, me llamó. Tengo dos hijos, he estudiado en este país que se ha convertido en mi país. Hace un año que soy ciudadana italiana y estoy orgullosa de ello. Mi familia y la de mi marido está esparcida por casi todos los continentes del mundo, mis padres están en Austria, otros están en Estados Unidos y otros están en Australia. Esa es la situación de muchos afganos, familias separada y esparcidas por el mundo. Me gustaría mucho volver a ver mi ciudad, Ghazni, pero es imposible, me consuelo escuchando música y cuando veo cometas volando pienso en el cielo de mi país.
En este periodo en Afganistán la situación vuelve a ser difícil a causa del terrorismo de Estado Islámico que ataca especialmente a los hazara. En el último mes 25 familiares mío han escapado hacia Irán, continuando luego hacia Pakistán para llegar hasta Turquía, y de allí, hacia Europa.
Cada vez que veo a mis hijos que han nacido aquí, en Roma, que juegan felices, pienso en lo importante y valiosa que es la paz. Muchos niños afganos nacen en medio del terror de la guerra y de la violencia, y muchas veces se despiertan por el ruido de las bombas o de disparos. Yo crecí en un país que nunca ha visto la paz. Son ya más de treinta años de guerras, violencia y terrorismo.
En estos meses he visto en la televisión a muchos refugiados que llegaban a Europa, e incluso he reconocido a muchos compatriotas míos que buscan un futuro de esperanza y de paz. Ayer por la mañana conocí la noticia del joven refugiado afgano asesinado en Bulgaria mientras intentaba entrar en Europa y con él querría recordar también a muchos jóvenes que han muerto escondidos bajo un camión cuando buscaban una vida mejor.
Rezo por la paz en mi país y por todos los países en guerra. Con la Comunidad de Sant’Egidio he aprendido a respetar, a conocer y a encontrarme con personas de lenguas, religiones y culturas distintas. Por eso nos llamamos Gente de Paz y trabajamos gratuitamente para construir la sociedad de la convivencia. Somos una pequeña ONU que busca la paz y la armonía con el máximo de personas posibles. Por eso me siento feliz de conocerle y le doy las gracias por su incansable trabajo por la paz.
Tadese Fisaha de Eritrea
Me llamo Tadese Fisaha. Vengo de Eritrea, donde nací en 1985. Abandoné mi país en 2011 y llegué a Europa en 2013.
Antes de venir a Italia atravesé Etiopía, Sudán y Libia, como la mayoría de eritreos. Salí de Libia el 1 de octubre de 2013 con otras 500 personas, porque nos habían prometido una gran barca para viajar juntos. También había mujeres con sus hijos. Yo estaba con algunos amigos y otros de mi familia. Mi viaje, desde Eritrea hasta Italia, costó más de 3000 dólares.
Tras 24 horas de navegación empezamos a ver tierra: era Lampedusa. Ya no estábamos en peligro. Nos sentimos aliviados.
Pero empezó a entrar agua en la barca. Entonces alguien, para atraer la atención y pedir ayuda prendió fuego a una manta. Por miedo muchas personas se desplazaron a un lado de la barca y se volcó. Las personas que estaban en cubierta cayeron al agua y las que estaban en los tres pisos de la bodega quedaron atrapados. Era el 3 de octubre de 2013, un día que, por desgracia, quedará en la historia de los refugiados. Murieron 369 personas. Una tragedia.
Yo y otros 146 hombres y 6 mujeres fuimos salvados por pescadores de Lampedusa. Yo fui el último al que pudieron salvar. Me sacaron del agua tirando de mi cinturón. Me había desmayado y me trasladaron al hospital inconsciente. Hasta un año después, cuando volví a Lampedusa, no pude encontrarme con mi salvador, Costantino, gracias al detalle del cinturón. Hoy somos muy amigos y yo considero aquel día mi nueva fecha de nacimiento. Con los amigos de la Comunidad de Sant’Egidio hemos recuperado los nombres y los rostros de muchos náufragos. Hemos creado esta postal que reúne los rostros de muchos amigos que murieron aquella noche. No queremos olvidar todo aquello, porque estas tragedias no deben producirse jamás.
Muchos refugiados, cuando llegan a Europa, se encuentran con dificultades para reagrupar a su familia, y las familias por eso quedan separadas: mi hermano está en Alemania y mi tía, en Austria. Sería hermoso poder vivir juntos en un único país.
Hoy vivo aquí, en Roma y ayudo a otros refugiados que llegan a Italia y no tienen nada. A mí me salvaron y hoy tengo que ayudar a otros que están en peligro. Espero de verdad que en el futuro se encuentren vías mejores para que quien quiera pueda salir de su país sin tener que poner su vida en peligro.
Alou Badara Sanogo, de Mali
Me llamo Alou Sanogo Badara, tengo 22 años y vengo de Mali.
Vine a Italia en 2014, porque en mi país hay guerra.
El 20 de abril de 2012 en Mali estalló un conflicto que empezó en el norte y luego se extendió por todo el país.
Mi tío está en el ejército y por eso mi familia ha sido amenazada, sobre todo los jóvenes de la familia, que no podían salir a la calle para ir a la escuela, a trabajar o a la universidad. Teníamos miedo.
Por eso escapé junto con mi hermano.
Desde Mali fue a Níger, donde estuve tres meses para buscar un instituto y poder continuar estudiando. Pero era caro y no tenía a nadie que pudiera ayudarme a pagar. Entonces me fui de Níger y pasé a Libia. Estuve 15 días atravesando el desierto, unos 3000 km para llegar a la frontera con Libia. Durante el viaje murieron muchas personas y también yo perdí a mis amigos.
En la frontera con Libia me encarcelaron y pasé tres meses encerrado. Al final pude escapar y llegué a la ciudad de Saba, en Libia. En aquella ciudad viví seis meses para ganar dinero y poder continuar mi viaje y llegar a Trípoli.
Mi sueño era estudiar; por eso busqué un instituto y un trabajo para pagarme los estudios: me quedaría allí. Pero al cabo de 5 meses llegó la guerra a Trípoli y mi escuela fue ocupada por los rebeldes. Fuera donde fuera, había guerra. Entonces abandoné Libia para venir a Italia.
Tenía miedo de atravesar el mar y no quería partir. Pero no había alternativa. Me obligaron a huir para buscar un lugar tranquilo donde poder vivir y estudiar.
Atravesé el Mediterráneo con una pequeña barca junto a 97 personas más. Tres personas murieron durante el viaje porque no teníamos ni agua ni comida.
Tras cuatro días perdidos en medio del mar nos salvó un barco que nos llevó a Italia, a Siracusa. Cuando bajé encontré a personas de la ONU y entonces me tranquilicé.
Tras pasar unas semanas en Siracusa, vine a Roma. Aquí, finalmente. Tras un viaje de caso dos años, siempre con miedo, siempre huyendo. Yo, que soy musulmán, he encontrado en esta comunidad cristiana el calor de una familia, he visto que Dios no me había abandonado, he encontrado amistad y amor.
Ahora estoy contento porque puedo continuar estudiando y aprendiendo muchas cosas. Doy gracias a Dios por la Comunidad de Sant'Egidio y todos los italianos por la acogida que nos han dispensado.
Gracias a todos
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