"Estaba en la cárcel y acudisteis a mí", dice Jesús en el Evangelio de Mateo, y continúa: "cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis". Con este espíritu los amigos de la Comunidad de Sant’Egidio de Níger van cada semana a la cárcel de Niamey para visitar a los jóvenes detenidos de la sección de menores de la cárcel.
Las condiciones de vida en la cárcel son extremamente precarias. A los detenidos –algunos de ellos jovencísimos– les falta prácticamente todo, desde ropa hasta jabón. También la comida escasea. Cuando el sábado por la mañana se abren las puertas de la cárcel, para los 40 jóvenes encerrados en la cárcel, el ansia del aislamiento y la monotonía de días siempre iguales dejan paso a la alegría.
Cada visita es para esos chicos una ocasión preciosa para hablar, explicar sus problemas, y también recuperar la belleza de estar juntos: no puede faltar cada semana el partido de fútbol y la comida con los amigos de Sant'Egidio, que preparan con los alimentos que traen de casa y que marcan la diferencia con el menú de los demás días.
La comida termina siempre con una infusión hecha con productos naturales, comprados en el mercado. Es un remedio que ayuda a eliminar los parásitos que muchas veces son fuentes de enfermedades. Y tampoco faltan nunca las fiestas, que ponen siempre el punto final a las visitas.
Visitando habitualmente las cárceles, se descubre que las altas paredes de la cárcel no solo impiden ver qué hay detrás, sino que ahogan incluso los sueños y hacen más inhumana la vida de las personas que están encerradas. La amistad, por el contrario, cambia a las personas, alivia el sufrimiento y, esperando al próximo sábado, ayuda a soñar una vida mejor.
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