El 20 de noviembre de 1989 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención de la ONU sobre los derechos de los niños y los adolescentes (Convention of the Rights of the Child). Hoy hace exactamente 25 años.
Era la primera vez que, intentando armonizar las distintas experiencias culturales y jurídicas, se afirmaba de manera coherente los derechos fundamentales que deben ser reconocidos y garantizados para todos los niños del mundo.
La Convención se convirtió rápidamente en el tratado en materia de derechos humanos con el mayor número de ratificaciones por parte de los estados. Actualmente forman parte de la Convención 196 estados.
Sin embargo, queda un largo camino por recorrer para afirmar los derechos de los niños.
Desde su nacimiento, la Comunidad de Sant'Egidio ha llevado en el corazón a los más pequeños, y ha trabajado para afirmar sus derechos respondiendo, en cada ocasión, a los desafíos que plantean las realidades complejas y difíciles a las que se enfrenta. En nuestros programas para la infancia está la respuesta a muchos derechos que todavía hoy son negados. Hoy, Día Universal del Niño, recordamos algunos:
¡Que nunca más sean invisibles!
El artículo 7 de la Convención de los derechos del niño afirma que este “será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”.
En realidad los datos de la Unicef de 2013 habla de una tercera parte de niños que no son inscritos en el mundo (unos 230 millones). Es un número inmenso de menores que ven negado un derecho fundamental, que les priva de acceder a la educación, a los derechos civiles y que hace que fácilmente sean víctimas de abusos, de esclavitud y de tráfico de personas.
Por eso la Comunidad de Sant’Egidio puso en marcha el programa BRAVO (Birth Registration for All Versus Oblivion) que está activo en Burkina Faso, en Mozambique y en Malaui.
En esos países el programa de Sant'Egidio ayuda concretamente a restructurar el servicio de inscripción en el registro civil, crea centros de inscripción itinerantes para llegar a zonas remotas y está sacando así del anonimato a millones de personas. Para más información, visita el blog "Bambini invisibili".
Las cifras del programa BRAVO! de la Comunidad de Sant'Egidio >>
El derecho a la salud
Art. 24: Todos los niños tienen derecho a gozar de salud. Para dicho propósito deben poder beber agua potable, vivir en un entorno saludable y recibir alimentos, ropa y atención médica adecuada.
El programa DREAM se ocupa de la salud de los niños africanos, para que pueda crecer una generación sin el virus del VIH y la malnutrición.
Por eso, se ha puesto en funcionamiento un plan de atención para prevenir la transmisión maternoinfantil del virus, que ha logrado que más de 60.000 hijos de madres enfermas nazcan sanos. Para más información visita la web del programa DREAM.
Por otra parte,los Centros Nutricionales de la Comunidad acogen cada día a miles de niños para garantizarles un crecimiento sano con una alimentación adecuada.
La escuela
Art 28: Todos los niños tienen derecho a recibir educación
Uno de los derechos que se niega a los niños es el de la educación. La Comunidad de Sant’Egidio, desde su inicio, ha querido dar una respuesta a esa situación.
Actualmente, en 73 países del mundo las Escuelas de la paz son un lugar donde de manera voluntaria y gratuita, miles y miles de niños, muchas veces en las zonas más marginadas del planeta, reciben gratuitamente refuerzo escolar y educación en los principios de la paz y de la convivencia, acompañados por voluntarios de la Comunidad. Para saber más
Una historia de Sicilia
Se llama Khadi, es guapísima, ¿verdad? Ahora tiene dieciocho años, sigue sus estudios y va con la Comunidad de Sant'Egidio. Sus padres son senegaleses y ella es una de las que forma la denominada "segunda generación". Se trata de familias de inmigrantes que decidieron ir a vivir a Italia. A Catania. Es una chica despierta, amable, inteligente y sensible.
Cuando la conocimos en la Escuela de la Paz tenía ocho años.
Khadi, ya desde muy pequeña, ha sido siempre una "sicilianazza". Le gustan las naranjas sicilianas, los granizados, se integró rápidamente, ayudaba a los niños más pequeños a hacer los deberes.
Khadi es hija de Catania, seguidora del equipo local de fútbol, le gusta la comida siciliana, va bien con sus estudios y está integrada con sus compañeros. Una niña italiana, hija de extranjeros, diríais. ¿No? Pues no, no es así. En Italia todavía no. El carné de identidad de Khadi escondía una injusticia: su nacionalidad era la senegalesa. No hay nada malo en mantener el recuerdo del origen de los padres, pero decir que Khadi no es italiana es falso. Recordamos cómo nos enfadábamos para que no hablara el dialecto siciliano. ¿Cómo puede ser que no tenga la nacionalidad italiana?
Un día, en la escuela de la paz, un joven que venía con la comunidad desde hacía poco le preguntó: ¿de dónde eres?
Y ella, con su astuta inocencia, le contestó: de Catania, ¿de dónde va a ser? Luego llegó el dolor al descubrir que sus documentos decían una cosa distinta de lo que vivía. ¿Por qué no soy italiana? Yo soy italiana. Nosotros la tranquilizamos: tú no solo eres italiana, sino que ¡eres nuestra!
Ahora Khadi ya ha cumplido 18 años y ya no tiene que hacer más papeleo porque, entre fiesta, cariño y alegría, ha terminado siendo ciudadana italiana. Finalmente, también el Estado ha reconocido lo que le decíamos desde que era pequeña: Khadi es nuestra, es una italosenegalesa que hace un gran bien a Italia.
Y de Camboya
"Me llamo Cuong, tengo 27 años, vivo en Phnom Penh, en Camboya. Nací en el distrito de Takhmao, en la provincia de Kandal.
Mis padres murieron cuando yo era pequeño y viví toda mi infancia en casa de mi tío. Empecé a ir al colegio pero... (continúa leyendo -it-)
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