Bujumbura, capital de Burundi, es una ciudad de unos 600.000 habitantes. Hasta 2005 fue escenario escenario de una larga guerra civil, que estalló en 1993, provocó miles de víctimas y provocó mucha pobreza.
Entre los muchos pobres que pueblan sus calles están los “enfants de la rue”, niños y adolescentes, a menudo huérfanos, para los que la calle se ha convertido en lugar permanente de vida. Se calcula que son unos 3.000 solo en el área urbana.
No todos son huérfanos de guerra. Muchos vienen de las colinas que hay a los alrededores de la ciudad. Sus familias son pobrísimas y en la ciudad es más fácil encontrar algo para vivir: algunos piden limosna, otros se ofrecen para llevar las bolsas de la compra o para vigilar los coches por alguna moneda.
Desde hace unos meses, la Comunidad de Sant’Egidio ha empezado una amistad con algunos de ellos, especialmente los que están durante el día alrededor de la universidad.
Han empezado a ir a la Escuela de la Paz, junto a otros niños del barrio de Gikundo.
También entre los niños que viven en familia son muchos los que nunca han ido a la escuela (el porcentaje de escolarización en Burundi es solo del 43%) y en la Escuela de la Paz aprenden a leer y escribir. Además, gracias al apoyo de la Comunidad algunos han empezado este año a ir a la escuela pública.
Una pobreza menos evidente pero que empieza a ser dramática es la de los ancianos. Cada vez hay más que están solos, en medio de una gran pobreza, sin ninguna forma de apoyo o de asistencia.
A ellos se dirigió la Comunidad, empezando a visitar a los alojados en la Maison St. Elisabeth, una casa de acogida para ancianos enfermos y abandonados gestionada por una congregación diocesana.
Es el único centro que hay hasta el momento en todo el país. Hay 65 personas ingresadas, hombres y mujeres, asistidos por solo 3 monjas, que acogieron con gran fervor la presencia de los jóvenes de Sant'Egidio. El centro tiene innumerables carencias, desde la alimentación hasta el tratamiento de las personas o el tratamiento médico.
La Comunidad, además de la amistad y la compañía, ofrece cada semana un suplemento alimentario, ayuda a los ancianos en la higiene personal y en el vestir y ha encontrado a médicos amigos que gratuitamente visitan a los ancianos y les proporcionan las medicinas que necesitan.
Además del servicio en la residencia, un grupo de estudiantes de instituto del barrio de Musaga está empezando justo estos días a conocer a otros ancianos que viven solos en casa.
Se trata de reconstruir un tejido familiar que se ha ido disgregando, bajo la presión de la guerra, de las consiguientes migraciones, de la ruptura de muchos vínculos que representaban una red de protección para vidas que se debilitan a causa de la edad.
Por eso la Comunidad de Sant’Egidio de Bujumbura hoy quiere ser la familia de quien ya no la tiene: la familia que nace del Evangelio.
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