Hace unos días, las Comunidades de Sant’Egidio que viven más cerca del epicentro del sismo, Parma y Padua, fueron nuevamente a los lugares más afectados para detectar las prioridades y garantizar las ayudas más urgentes. Es especialmente dramática la situación de los ancianos, muchos en aquella zona, que sufren de manera intensa la obligación de irse de sus casas. Otra emergencia es el agua potable.
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Publicamos a continuación algunos extractos de sus historias:
"En San Felice sul Panaro, tras la segunda sacudida, las cosas cambiaron mucho respecto a nuestra visita anterior.
Han aumentado los campos de protección civil, de 3 a 4, y mucha más gente ha decidido acampar por su cuenta bajo su casa. Antes se podía pasear por el centro histórico del pueblo, aunque había algunas vallas. Ahora, sin embargo, toda la zona está cerrada. La roca, símbolo de San Felice, ha sufrido más desperfectos.
Vamos al centro juvenil don Bosco, el único centro de la parroquia que ha quedado en pie. Allí encontramos a personas que viven allí, mujeres que lavan la ropa a mano, muchos voluntarios, sobre todo jóvenes que nos piden que nos acordemos también de Cavezzo.
Llevamos un palet de agua de 9 toneladas que es una aportación de C.i.b. de Reggio Emilia y algunos productos entre los que hay productos infantiles. Junto a los jóvenes de la parroquia hacemos cadena para entregar el agua al párroco don Giorgio. Y nos comprometemos a recuperar más.
Volvemos al campo que han preparado en la escuela: es impresionante ver que las tiendas se han doblado en número. Tal como dice el responsable, aquel campo se ha convertido en la plaza del pueblo.
Hay muchos ancianos en silla de ruedas con sus cuidadoras, y también muchos extranjeros con niños. Con la guitarra empezamos a cantar canciones populares y al cabo de poco muchos se unen a nosotros y se forma un clima de alegría. Hacia las 14 nos encontramos con el ministro Andrea Riccardi, que ha ido a visitar a la población y a los voluntarios el día de la República.
Por la tarde nos dividimos en grupos para visitar Medolla, Cavezzo, Mirandola y Finale Emilia. Pasar por los barrios industriales con sus naves derrumbadas o impracticable en buena parte hace aún más impresionante la dimensión del terremoto.
Terminamos el día volviendo al campamento provisional de la escuela de San Felice sul Panaro, donde se celebra la misa bajo la carpa del comedor.
Otros grupos de la Comunidad han ido a las casas de reposo de la zona, que alojan a los ancianos que se han quedado sin casa.
"En Poli hemos visto al grupo más numeroso de desplazados de las zonas del sismo, todos ancianos no autosuficientes, muchos de los cuales iban acompañados de sus cuidadoras. Todos quieren hablar del terremoto, recordar los momentos más difíciles, como los de las sacudidas que hicieron caer los muebles, o los de la evacuación de la casa de reposo de Mirandola. Esta necesidad de hablar una y otra vez sirve para hacer más normal lo que no fue normal, para hacer racionales los grandes miedos pasados.
Las cuidadoras, mayoritariamente mujeres del Este europeo, hacen lo mismo que antes del sismo: cuidar a quien tienen a cargo para no ser un peso sobre el centro que los acoge. Algunos tienen más de 90 años.
Nos sorprende una mujer, muy delgada, en una cama. Nos han dicho que no habla desde hace días, pero nos mira con ojos primero asustados y luego sorprendidos: parece que quiere pedir algo. Intentamos decirle: si quieres rezar con nosotros, aprieta fuerte nuestra mano. Y lo hace. Empezamos a recitar el Padre Nuestro; tras las primeras frases, también ella se une a nosotros en la oración. Fue un momento realmente emocionante”.
Fuimos a Roccabianca, a la casa de reposo Norge, a la de Varano de Melegari, donde nos reunimos también con el teniente de alcalde y con un concejal que se prestan a contribuir de algún modo a las ayudas, y por último a la casa de reposo de Ramiola, todas en la provincia de Parma. Muchos de los ancianos provienen de Mirandola y San Felice sul Panaro, los lugares más afectados”.
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