Y siempre me impacta que con esta fuerte compasión por la gente, estos santos (Celestino V y San Francisco de Asís) han sentido la necesidad de dar al pueblo la cosa más grande, la riqueza más grande: la misericordia del Padre, el perdón. “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden””. En estas palabras del Padre Nuestro hay todo un proyecto de vida, basado sobre la misericordia. La misericordia, la indulgencia, el perdón de nuestras deudas, no es solo algo devocional, intimo, un paliativo espiritual, un tipo de aceite que nos ayuda a estar más suaves, más buenos ¡No!. Es la profecía de un mundo nuevo: la misericordia es profecía de un mundo nuevo, en el cual los bienes de la tierra y del trabajo están distribuidos equitativamente y ninguno está privado del necesario, porque la solidaridad y el compartir son la consecuencia concreta de la fraternidad. Estos dos santos han dado el ejemplo. Ellos sabían que, como clérigos- uno era diácono el otro obispo, obispo de Roma-, como clérigos, ambos debían dar ejemplo de pobreza, de misericordia y de total despojo de sí mismos.
Del discurso del papa Francisco a los ciudadanos de Isernia - 5 de julio de 2014 |