Más de 550 personas, niños, jóvenes, adultos y ancianos participaron el pasado 26 de julio en la Liturgia Morir de Esperanza, en El Salvador; junto a familiares de personas fallecidas y desaparecidos en su camino hacia Estados Unidos. Las Palabras del Papa Francisco dispusieron los corazones de cada participante a la liturgia, para no ser indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos. Conmovedor también el recuerdo de los nombres de las personas fallecidas en esta travesía.
Y el dolor del testimonio de una madre de un desaparecido, que todavía después de tantos años no sabe del paradero de su hijo. Historias que revelan que detrás de cada migrante hay una madre y una familia que sufre por la muerte o la desaparición de sus hijos.
Se hizo presente en la memoria de todos; el drama de los niños que viajan solos a Estados Unidos, sin pertenencias, en sus bolsas con tan solo la partida de nacimiento, o un pedazo de papel con un teléfono o una dirección, pero con valijas de sueños y esperanzas; de reunificarse con sus padres, de vivir una vida mejor, de poder tener un desarrollo normal, estudiar, jugar, caminar en su barrio sin ser aterrorizados por las pandillas, divertirse, vivir su niñez y adolescencia alegre como tantos niños. Situación que ha desatado una crisis migratoria nunca vista, son ya 52,000 menores no acompañados por algún adulto, los detenidos por la guardia de la frontera sur de Estados Unidos, las previsiones son de 130,000 para el 2015.
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