El cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, participó activamente en el encuentro interreligioso por la paz organizado por la Comunidad de Sant’Egidio. Hasta Cracovia, escenario del encuentro, se desplazó el cardenal Martínez Sistach para vivir unas jornadas de oración y de trabajo por la paz y el diálogo. El purpurado intervino en la mesa redonda Vivir juntos en un mundo plural. Al final de la cumbre, el arzobispo de Barcelona anunció, con satisfacción, que el próximo año la cita para vivir «el espíritu de Asís» será en la Ciudad Condal.

—Este encuentro se ha enmarcado en los 70 años del estallido de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué reflexión suscita este aniversario?

—El encuentro interreligioso internacional por la paz se ha celebrado en Cracovia, coincidiendo con el 70 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Dos circunstancias importantes. Esta guerra hizo sufrir muchísimo a los polacos y destruyó Polonia. La peregrinación que hicimos juntos y la ofrenda de flores y oración en el campo de Auschwitz-Birkenau fue impresionante. Visitar estas ciudades de la muerte y del exterminio aterra y llena el corazón de dolor. ¡Hasta dónde puede llegar la maldad humana! Los animalitos no son capaces de hacerlo. Todos llevamos en el corazón una oración por los miles y miles de personas que fueron exterminadas en estos campos nazis y una acción de gracias a Dios por los 70 años que Europa ha vivido sin guerra.

—¿Cuáles han sido los puntos que ha puesto de relieve este encuentro?

—Este encuentro internacional ha reunido a numerosos representantes de muchas religiones del mundo y también a miembros de gobiernos y del mundo de la cultura y de los medios de comunicación para dialogar y reflexionar sobre la paz. Concretamente el tema del encuentro ha sido Fes y culturas en diálogo. Ha habido muchas mesas redondas que han tratado diversos aspectos de la presencia y de la misión de las religiones en los pueblos del mundo, teniendo bien presente los problemas más actuales. Se ha puesto de relieve la importancia de los valores ante los retos de nuestro mundo y del servicio que prestan y han de prestar las religiones al desarrollo de las personas y de los pueblos.

—Usted participó en una mesa redonda sobre Vivir juntos en un mundo plural. ¿Qué pide este vivir juntos?

—Es una realidad que hoy vivimos en un mundo pluralista, y como ha afirmado Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, «el gran reto del cristianismo contemporáneo es «El trabajo y la oración por la paz en el mundo es una responsabilidad de todos y de siempre» El cardenal Lluís Martínez Sistach, satisfecho porque Barcelona acogerá el próximo encuentro interreligioso de Sant’Egidio vivir en la pluralidad religiosa». Los documentos del Concilio Vaticano II nos han ofrecido las claves para responder adecuadamente a este reto. Hay unas pautas para vivir y convivir en la pluralidad. Es necesario respetar las identidades de los demás y vivir la propia identidad; se han de ver las diferencias como un enriquecimiento y no como una amenaza. Es necesario evitar discriminaciones y colaborar al servicio del desarrollo y de la paz. La laicidad del Estado ha de respetar las actividades religiosas de los ciudadanos y de las religiones como aportaciones al bien común del país.

—¿Qué supone un encuentro interreligioso por la paz como el que organiza Sant’Egidio?

—El encuentro es un clamor por la paz en el mundo, pero también por la paz en el corazón de todas las personas. El hecho de encontrarse en una misma ciudad un montón de responsables y representantes de las religiones del mundo para trabajar y rezar por la paz, pone de relieve que las religiones son portadoras de paz, y contradicen su naturaleza si dejan de sembrar la paz en las personas, en los pueblos y en el mundo. Pienso que la fraternidad y la amistad que se ha vivido y se ha podido ver por las calles de Cracovia entre miembros de las religiones tiene una fuerza mediática muy importante para identificar religión y paz.

—¿En qué se traduce o en qué se tendría que traducir el llamado «espíritu de Asís»?

—La Comunidad de Sant’Egidio ha cogido la antorcha del Encuentro de Asís de 1986, en la que Juan Pablo II convocó a muchísimos líderes religiosos para rezar por la paz en el mundo, en momentos difíciles. La Comunidad celebra cada año un encuentro interreligioso para revivir y conservar y divulgar el espíritu de Asís. Este espíritu es considerar que la paz es un don de Dios y es necesario pedirlo con la oración. Pero este espíritu nos dice que la paz pide también nuestra colaboración, creando una auténtica cultura por el diálogo. Por eso en estos encuentros anuales, hay dos actividades muy importantes: la oración de cada religión por la paz y el trabajo de reflexión y diálogo sobre este don tan preciado.

—¿Cuál es el papel de la Iglesia como constructora de paz?

—La Iglesia tiene un papel muy importante en la construcción de la paz. Los contenidos bíblicos y teológicos del cristianismo llevan a los creyentes a ser creadores y portadores de paz en su interior y en su entorno en todo el mundo. Jesús nos ha dicho en el sermón de la montaña: «Felices los que trabajan por la paz, Dios los llamará hijos suyos.» El Concilio Vaticano II dedica una parte de su documento sobre la presencia de la Iglesia en el mundo, a la paz. Y la paz es tema directo e indirecto de las encíclicas sociales de los Santos Padres, porque siempre van juntas la justicia y la paz. La paz es un don del Espíritu Santo que nos hace constructores de paz en nosotros mismos, en la familia, en la sociedad, en la Iglesia, en todas partes.

—¿Qué implica que Barcelona vuelva a acoger un encuentro según «el espíritu de Asís»?

—En el acto conclusivo del encuentro en Cracovia anuncié que el encuentro interreligioso por la paz del año 2010 se celebrará en Barcelona. La noticia fue muy bien acogida. Aplaudieron muchos minutos y muchos me anunciaron su presencia en Barcelona. En nuestra ciudad ya se había celebrado en el año 2001 y la Comunidad de Sant’Egidio ha acordado celebrarla nuevamente en el 2010, y se lo agradezco mucho al profesor Andrea Riccardi y a la Comunidad. Asís, Roma y Milán lo han celebrado también dos veces. Nuestra ciudad acogerá el encuentro internacional con alegría porque Barcelona es una ciudad amante del diálogo y de la paz, somos un país que ya en el siglo XI teníamos establecida la «tregua de Dios», promovida por el abad Oliba, de Ripoll y obispo de Vic, y es una ciudad donde tenemos una realidad casi única en el mundo, el grupo estable de trabajo de las religiones, y donde convivimos harmoniosamente los cristianos con judíos, musulmanes y miembros de otras religiones que han llegado a casa por el aumento de la immigración. Pienso que este encuentro internacional e interreligioso tendrá también un impacto mediático en Cataluña por presentar la presencia de las religiones como un servicio beneficioso para las personas, para la sociedad y para el mundo.

—¿Cuál será la mejor manera para prepararse para este encuentro?

—El trabajo y la oración por la paz en el mundo es una responsabilidad de todos y de siempre. Nos hemos de preparar así para el encuentro. Además, uno de los objetivos del nuevo Plan Pastoral diocesano que iniciamos consiste en favorecer la participación de los immigrantes católicos, pero también una relación con los cristianos y con los de las otras religiones para trabajar conjuntamente por la justicia, por el bien de las personas y de la sociedad, por los auténticos valores, para superar la crisis económica actual y por la paz en el mundo. El encuentro de 2010 encontrará este trabajo conjunto que habremos ido realizando.

—La Comunidad de Sant’Egidio tiene una gran vitalidad en nuestra tierra, ¿qué aporta a la Iglesia catalana?

—La Comunidad de Sant’Egidio tiene una larga presencia en Barcelona y en Cataluña, ayudando a vivir más intensamente la vida cristiana de sus miembros, con el afecto y la ayuda a los pobres, colaborando en el trabajo que realiza el movimiento en la lucha contra el sida y la malaria en algunos países de África e interviniendo en países de este continente para encontrar la paz de sus conflictos.