El 4 de abril de 1968 fue asesinado en Memphis (Texas) Martin Luther King, apóstol de la no violencia, luchador incansable contra la segregación racial.

Este pastor bautista forma parte de aquel exterminado ejército de mártires y de testigos de la fe que en el siglo XX, en el Novecientos han testimoniado la fidelidad al Evangelio, al Cristo hasta la efusión de la propia sangre.

El martirio cristiano del Novecientos es una página de la historia aun poco conocida por la opinión pública y recordar a hombres conocidos como Martin Luther King o Maximiliano Kolbe y tantos otros hombres y mujeres desconocidos que han sacrificado su vida por los demás y por el Evangelio puede constituir un modelo de referencia también para las nuevas generaciones, para que no sean presa de la dictadura del materialismo, sino que puedan apreciar la belleza y el valor profundo de vidas, de historias gastadas por los otros.

Cuando el Beato Juan Pablo II en el Jubileo del 2000 quiso celebrar solemnemente delante del Coliseo de Roma el 7 de Mayo la memoria ecuménica de los nuevos mártires indicó a todos el camino de una herencia cristiana común, de una herencia ecuménica. "El ecumenismo de los mártires y de los testigos de la fe es el más convincente; ello indica la vía de la unidad para los cristianos del Siglo XXI".

La experiencia del martirio en el Novecientos, de hecho, ha sido patrimonio de ortodoxos, de fieles de las antiguas Iglesias de Oriente, de anglicanos, de protestantes. El genocidio a cual han sido sometidos los armenios, en el que no faltaron las motivaciones religiosas y que provocó el martirio de muchos cristianos armenios y con ellos de numerosos otros pertenecientes a la Iglesia siria, constituye una página central de la historia de la persecución contra los cristianos en el Siglo XX. Del otro lado entre las Iglesias, que han sufrido en medida más ingente el martirio, se encuentra la ortodoxa rusa, en cuyo seno se ha desarrollado un trabajo, a partir de los ''''90, para la promoción de la memoria de los "nuevos mártires".

Ortodoxos, protestantes y católicos han caído muchas veces uno al lado del otro. Todas las comunidades cristianas han sufrido la violencia y a menudo, en los lugares de sufrimiento, los cristianos pertenecientes a las diversas confesiones se han encontrado más cercanos y solidarios.

La Comunidad de Sant''''Egidio ha intentado custodiar esta memoria, enriqueciendo con testimonios y con reliquias de mártires contemporáneos, la iglesia de San Bartolomé en la isla Tiberina de Roma, proclamada por Juan Pablo II como el Santuario Ecuménico de los "nuevos Mártires"; en las capillas laterales que recuerdan a los mártires de todos los continentes, se encuentran numerosas reliquias; desde las del pastoral del cardenal mejicano Posada Ocampo, matado por los narcotraficantes en 1993, a la estola del padre francés Jarlán, matado en Chile durante el régimen de Pinochet, a las conmovedoras cartas del pastor luterano Schneider a sus familiares, matado por los nazi en el campo de concentración de Buchenwald y muchos otros.

Una de las últimas es la Biblia de Shahbaz Bhatti, ministro de la Minorías Religiosas de Paquistán, asesinado en marzo de 2011, por fundamentalistas talibanes, justamente por su lucha, a manos desnudas, a favor de los derechos de todas las minorías religiosas de su país y para la abolición de la ley de blasfemia que tantas persecuciones ha creado en estos años a cristianos, como ha sido el caso, con resonancia mundial, de Asia Bibi, que arriesga actualmente la condena a muerte, culpable, según falsos testigos, de haber envenenado el agua de un pozo.

En la mansedumbre, en el no aceptar la lógica de la venganza está el perfil del mártir, del testigo de la fe cristiano. Que de ellos podamos partir para construir una sociedad más humana y más justa.