18 de junio de 2009
Celebrado en Roma el congreso "Etiopía, un cristianismo africano"
Un día entero dedicado a la Iglesia de Etiopía para dar a conocer la riqueza y la realidad de un cristianismo "vivo y no arqueológico, hijo de Oriente y al mismo tiempo hijo de África".
Con estas palabras Andrea Riccardi introdujo el congreso "Etiopía: un cristianismo africano", celebrado en la Comunidad de Sant'Egidio el 18 de junio.
Participó en el encuentro el patriarca de la iglesia ortodoxa en Etiopía, Abuna Paulos, que fue recibido por el Papa. El patriarca tuvo palabras de gran agradecimiento por la iniciativa de la Comunidad con la que, según subrayó, mantiene relaciones de amistad desde hace 15 años, a lo largo de los que en varias ocasiones ha participado en los Encuentros de Oración por la Paz promovidos por la Comunidad.
El acontecimiento, el primero de este tipo organizado en la capital, reunió a estudiosos, académicos y sacerdotes etíopes de toda Europa con el objetivo de “dar a conocer, entender y también amar en Italia y en Europa un cristianismo que tiene una tradición propia original y que se ofrece como puente entre distintas religiones, pues tiene “una relación particular con la tradición judía y que a menudo se ha confrontado y se confronta con el islam”. Una iglesia, la etíope, que a pesar de haber vivido primero el colonialismo cultural y luego el político”, ha sabido mantener viva su unicidad y representa el único caso de cristianismo africano no de importación europea".
En el congreso, durante el que intervinieron entre otros el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, el subsecretario de Exteriores, Vincenzo Scotti, y el nieto del emperador Haile Selassie, Aklile Berhan Makonnen Haile Selassie, forma parte de un programa de una atenció9n más general dirigida a África, que incluye no sólo el viaje de Benedicto XVI al continente, sino también el G8 de las religiones que se celebró los días pasados en la Farnesina y el Sínodo Africano programado por el Vaticano para el próximo octubre. Se trata de una atención que Abuna Paulos considera fundamental para el desarrollo y el conocimiento del cristianismo etíope:
"La nuestra es una Iglesia del Nuevo Testamento y funciona como un cuerpo vivo, no arcaico –dijo Abuna Paulso– y mantiene intacta su tradición de manera única. Cuenta con 15 mil parroquias y 800 mil miembros del clero, y se dirige a 50 millones de fieles”. Para terminar, Abuna Paulos afirmó que desea “la colaboración y la ayuda de hermanos con grandes espaldas para crear un deseo mayor y un trabajo aún mayor sobre todo para muchos jóvenes etíopes que se acercan a la Iglesia".
Discurso introductorio de Andrea Riccardi |
Etiopía: un cristianismo africano
Me alegra poder saludar a los presentes, en nombre de la Comunidad de Sant’Egidio, en la apertura de este congreso: “Etiopía: un cristianismo africano”. En primer lugar quiero agradecer por su presencia a Su Santidad Abuna Paulos, y quien me unen vínculos personales de aprecio y de profunda amistad. Su Santidad representa, con su propia persona, una parte importante de esta historia. De joven conoció la violencia de la ocupación italiana y fascista, que afectó duramente al Estado etíope y a la Iglesia ortodoxa Tewahido.
No hay que olvidar que esta Iglesia ha tenido numerosos nuevos mártires, mártires del siglo XX, empezando con la ocupación fascista. He visitado el gran monasterio de Debra Libanos, uno de los corazones de esta Iglesia monástica y de pueblo. Frente al monasterio hay un túmulo que recuerda a los cientos de monjes, cantores, jóvenes y diáconos asesinados. El mariscal Graziani ejecutó duramente la terrible orden recibida de Mussolini: “Todos los civiles y religiosos que sean sospechosos deben pasar por las armas sin contemplaciones”.
Es una página dolorosa de martirio que hirió al cristianismo etíope, que históricamente fue el alma del pueblo y la base de la independencia nacional. Es una página que la Comunidad de Sant’Egidio querría recordar con un recuerdo de los nuevos mártires etíopes en la basílica de San Bartolomeo all’Isola en Roma, lugar memorial de los nuevos mártires del siglo XX, por voluntad de Juan Pablo II.
Pero Abuna Paulos también es testigo del renacimiento de la Iglesia bajo el liderazgo del emperador Halilé Selassie (que vino a visitar a Pablo VI en 1970), de su apertura a los estudios teológicos, a las antiguas Iglesias orientales, a las ortodoxas y a la Iglesia católica. Para una Iglesia que venía de lejos, que tenía raíces antiquísimas, que había convertido la fidelidad a su tradición en su fuerza, tras la Segunda Guerra Mundial y hasta la mitad de los años setenta, se abrió una primavera. Abuna Paulos es testigo de aquella primavera, que representa su juventud, sus contactos ecuménicos y culturales, el crecimiento de la cultura teológica en el cristianismo tewahido.
No obstante, su nombramiento como obispo coincide con otro periodo durísimo de su pueblo y de su Iglesia: la afirmación de la dictadura de Mengistu con su carga de violenca sin límites sobre la población civil, sobre los religiosos, sobre el propio patriarca Abuna Theofios, encarcelado y martirizado. Así, Abuna Paulos –y este es un hecho poco conocido– fue encarcelado durante muchos años, hasta que pudo ir al exilio. Allí se dedicó a la diáspora etíope en Estados Unidos.
Tras el fin de Derg, el obispo Paulos volvió a Etiopía, donde fue consagrado patriarca en 1992 en la catedral de la Santa Trinidad en Addis Abeba. Reabrió el Colegio teológico de la Santa Trinidad, que Derg había cerrado. Estos años fueron los años de la reconstrucción de una Iglesia que había sufrido mucho, del desarrollo cultural y pastoral, entre una antigua tradición y la realidad del mundo moderno. Así, Su Santidad fue el reconstructor de la Iglesia etiope. Lo conocimos al inicio de su mandato patriarcal. Recuerdo que participó por primera vez en el encuentro entre las religiones en el espíritu de Asís, precisamente en Asís en 1994. Celebramos en 2009 quince años de amistad y de proximidad. Con estas palabras quiero saludar a Su Santidad, como un testigo de la historia, de los sufrimientos y de las esperanzas, de la Iglesia etíope, pero también como un gran amigo de Sant’Egidio.
Hemos querido organizar este coloquio “Etiopía: un cristianismo africano” porque este gran cristianismo debe ser mejor conocido, entendido y amado en Italia y en Europa. Doy las gracias a los importantes oradores que harán una gran contribución a este conocimiento. De hecho, en Italia y en el mundo católico, tras el Concilio y desde los años sesenta, se ha reforzado el interés por el Oriente ortodoxo. Se ha sentido la necesidad de mirar a Oriente, casi para redescubrir sus raíces. Se ha mirado también a África, tierra de cristianismo reciente, de grandes problemas humanos, sociales y de paz. Pero se conoce poco el cristianismo etíope, que es un cristianismo arraigado en el Oriente cristiano, y también –con una relación muy particular– en la tradición judía. Sí, se conoce poco esta gran cristianismo, su historia, su gente, y también su espiritualidad, su tradición de oración, me gustaría decir, su humanidad.
No soy especialista en la materia. Pero amo a África. La Comunidad de Sant’Egidio está en más de veinte países africanos. Y el cristianismo etíope es una síntesis original y de pueblo entre la antigua tradición cristiana de Oriente y la realidad africana. Etiopía represente de hecho el único caso de cristianismo “africano” no importado de Europa, sino de antigua tradición y con raíces apostólicas. La Iglesia etíope se ha configurado a lo largo de los siglos en la cristianidad oriental, sin dejar de mantener su especificidad africana. Etiopía, además, es el único país africano que tiene antiguas lenguas escritas, como el amárico (lengua oficial) y el ga’ez (lengua de uso litúrgico). Estoy convencido de que el cristianismo etíope debe conocerse más. También desde un punto de vista espiritual tiene grandes tesoros por comunicar a los cristianos del mundo entero.
Quiero subrayar que este congreso se sitúa en esta especial año 2009 dedicado a África. La crisis económica hace que se corra el riesgo de olvidar a África. El continente africano no es sólo terreno para extraer materias primas, sino que es una realidad viva y rica, también desde el punto de vista humano.
Precisamente Etiopía es donde tiene su sede la Organización de la Unión Africana. El patriarca está en Roma para un significativo “G8 de las religiones”. También para la Iglesia católica África está en el centro, tras el viaje de Benedicto XVI a África el pasado mes de marzo, y en la perspectiva del sínodo africano que se celebrará precisamente aquí, en Roma, el próximo mes de octubre. Un recorrido, pues, que empieza en Roma, pero que pasa también por Venecia –donde se ha celebrado recientemente una exposición sobre el arte cristiano etíope– y llega hasta Addis Abeba, donde tendrá lugar el próximo noviembre la XVII Conferencia internacional de estudios etíopes.
Este congreso analiza la formación de la Etiopía cristiana y la situación del cristianismo etíope en la modernidad. Una perspectiva histórica larguísima, que quiere recorrer los rasgos y las caracterizaciones más significativas de este “cristianismo africano” y de su papel en la configuración del Estado.
También son significativas las adhesiones de estudiosos italianos y extranjeros, de sobrada competencia, y su disponibilidad para tratar aspectos varios y complejos, que van desde la formación del Estado hasta la espiritualidad y el papel del cristianismo en una sociedad multiétnica, desde una original posición frente a la modernidad hasta el problema de la convivencia multireligiosa y las relaciones internacionales, y su caracterización como Estado confesional. Por todo ello doy las gracias a los participantes con el deseo de seguir los trabajos que serán de gran interés.