En la cárcel de menores de Mbeya (Tanzania) la Comunidad ayuda a los jóvenes y abre espacios de liberación y de reconciliación 14 de abril de 2010
Mbeya es una ciudad de algunos cientos de miles de habitantes, situada en el extremo suroccidental de Tanzania, no muy distante de la frontera con Zambia y Malawi. Estamos sobre la línea que comunica la gran cuenca minera de Katanga y de Zambia septentrional con el océano Índico y el puerto de Dar es Salaam. Allí, gracias al comercio transfronterizo y al continuo paso de automóviles y camiones, la economía empieza a desarrollarse.
El mito de la riqueza fascina a los ciudadanos de Mbeya, al igual que a muchos otros tanzanos, hasta el punto de que arrasa los lazos de solidaridad y también los familiares. Lo han visto recientemente nuestros hermanos de la Comunidad de Sant’Egidio de Mbeya, que hace tres años que empezaron un servicio en la cárcel de detención provisional de menores. Una cárcel masculina, no grande, que alberga a unos 30 jóvenes, cerca del centro de la ciudad, en Soweto.
Allí los jóvenes detenidos en espera de juicio reciben regularmente la visita de la Comunidad.
Una visita que significa poder tener algo más para comer, jabón, ropa, amigos para rezar juntos y para poder explicar lo que ha pasado, los motivos por los que han terminado en la cárcel.
Precisamente a partir de lo que explicaban se pudo ver claramente la inconsistencia de muchas de las acusaciones que pesaban sobre ellos. Al menos la mitad de los jóvenes de la cárcel acababan de quedar huérfanos de ambos padres poco antes y habían sido denunciados por sus parientes por hechos más o menos banales. En realida, más probablemente, con la esperanza de heredar tras la condena los bienes (un poco de dinero, pero sobre todo la casa) que habían pasado a los hijos de los fallecidos. Para algunos de los jóvenes presos la detención ya había sido larga (hasta un año) y muy penosa.
La Comunidad de Sant’Egidio de Mbeya decidió actuar para defender los derechos de estos menores, buscando una vía de justicia y de reconciliación.
Se habló con los jueces de menores, y luego con las familias de los jóvenes arrestados, en particular con aquellos que habían presentado denuncia, para convencerlos de que la retiraran. Un trabajo delicado, que intentaba también evitar eventuales resentimientos y venganzas en el futuro, y que por suerte dio frutos en no pocos casos.
Actualmente nueve amigos nuestros han salido de la cárcel porque se ha retirado la denuncia que se había presentado contra ellos.
Y ahora, algunos de estos jóvenes ex prisioneros acompañan a la Comunidad en sus visitas a la cárcel de Soweto.