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Ayuda a la Comunidad |
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Con las adopciones a distancia ha cambiado la vida de cientos de niños y de sus familias en los pueblos de los alrededores de Pemba, en Mozambique Aldino viene corriendo hacia nosotros, por el camino de tierra batida, cuando nuestro todoterreno llega a la “plaza” de Mecufi: ha crecido mucho desde la última vez que lo vimos: hoy es un muchacho, es alto para su edad, y habla bien portugués porque ha asistido regularmente a la escuela. Este año se ha matriculado en la enseñanza superior. Para hacerlo hacía falta el certificado de nacimiento. Como muchos otros jóvenes de las zonas rurales africanas, no estaba inscrito en el registro civil. También superamos ese obstáculo: hace algunos meses se convirtió en ciudadano mozambiqueño a todos los efectos. Aldino es uno de los trescientos niños adoptados a distancia con el programa de la Comunidad de Sant’Egidio en los pueblos de los alrededores de Pemba, ciudad del norte de Mozambique desde 2001. Nueve años de buena alimentación, de atenciones constantes, han cambiado no solo su infancia, sino también su futuro de hombre y de ciudadano. Y también han cambiado su entorno, empezando por su familia. “Hoy –nos dice su madre– estamos menos preocupados por el futuro. Cada vez que ha pasado algo –y problemas ha habido bastantes, en estos años– teníamos a alguien que nos echaba una mano. Cuando la lluvia se llevó medio pueblo, pude reconstruir mi casa. Cuando Aldino estaba mal, lo llevamos al hospital. Podíamos hacerlo porque teníamos dinero para los medicamentos. Aquí se paga todo… Hoy, mi hijo es muy guapo. A lo mejor llega a ingeniero, o médico…”. Desde hace un tiempo, un grupo de mujeres, cuyos hijos son adoptados a distancia, se han organizado para cultivar cada una un trozo de tierra y, comprando las semillas necesarias, ahora producen hortalizas y frutas para sus familias. Una adopción a distancia, de hecho, siempre involucra a toda la familia. No se trata solo de la ayuda económica –que es fundamental– sino de la certeza de que uno no está destinado a sucumbir ante las dificultades, porque hay alguien, desde lejos, que siente que eres parte de su familia. Visitamos los otros pueblos: Metuge, Morrebue y Nancaramo. Hay muchas historias como la nuestra. Hay muchas caras sonrientes y serenas. Cada encuentro se convierte en una fiesta. Nos gustaría que la alegría que presenciamos llegara a todos aquellos que han hecho que sea posible. Se trata de miles de “padres a distancia” que hace años que, puntualmente, permiten que un niño –y su familia– entre en el horizonte de su vida.
Para adoptar a distancia un niño dirigirse a: Secretaría de las
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Alcuni esempi
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