Los prisioneros de la Maison Centrale de Conakry – República de Guinea
El País
La República de Guinea es un país de África oriental, con una población de casi 9 millones de personas. Es un país rico de recursos naturales en el subsuelo (bauxita, oro, diamantes, níquel). También es rico en recursos hídricos (se le define como “El chateau d’eau” de la zona). A pesar de esto, el nivel de vida de la población está entre los más bajos del continente africano. Hay un índice altísimo de mortalidad infantil (alrededor del 200 por mil), una economía de pura subsistencia, y una escolarización de apenas el 36% de la población. La edad media está alrededor de los 46 años. Guinea es independiente desde 1958, pero en estos 50 años no ha conseguido proveerse de un sistema democrático aceptable. El país sufre aún por un radical aislamiento en las relaciones internacionales y hay poca inversión extranjera.
Los prisioneros

Entre los niveles más débiles de la población están los prisioneros. Sus condiciones están al límite de la supervivencia. En las estructuras carcelarias, en efecto, no hay luz ni suficiente aire para los prisioneros, faltan alimentos, hay ausencia de médicos, hay epidemias difusas. A menudo faltan patios al aire libre (como en el caso de la cárcel de N’Zerekore), falta el subministro hídrico (como en la cárcel de Faranah, donde el agua cada día la traen en camiones).
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La permanencia en la cárcel de los detenidos guineanos generalmente es más prolongada a causa de la lentitud del sistema judicial. A menudo, para los casos leves (pequeños robos, deudas no saldadas, cuestiones legales en los límites de los terrenos para cultivar el arroz) se permanece en prisión durante años. Son muy frecuentes los casos de pérdida de los expedientes, o de la falta de trámite de las comisarías de policía a los jueces, con la consiguiente imposibilidad de convocar el proceso.
La cárcel de Conakry
La Maison Centrale de Conakry fue edificada a inicios del siglo XX por los colonizadores franceses. Fue construida como prisión y también como caserna para un destacamento de soldados. Inmediatamente después de la independencia de 1958, la Maison Centrale fue usada sólo como cárcel. La estructura, compuesta por 5 edificios separados por un gran patio, fue pensada para “albergar” hasta un máximo de 400 prisioneros. Desgraciadamente, la superpoblación de las cárceles es un gran problema en Guinea, como en África, y esta cárcel, a veces, ha llegado a albergar a más de 1.200 detenidos.
El compromiso de la Comunidad de Sant’Egidio
La Comunidad de Sant’Egidio está presente en la Maison Centrale desde 1998, y desde el inicio ha garantizado una presencia humanizadora para todos los prisioneros. Dos veces al mes, hay una distribución de alimentos y jabón, a lo que se añaden las intervenciones legales, entre las cuales está recuperar el expediente, en las comisarías de policía o en el tribunal. Esto ha acelerado el juicio, ya que muchos, sobretodo menores encarcelados por delitos leves, pagaban en este lugar hasta tres o cuatro veces el periodo máximo de la pena prevista por la ley.
Sólo en este último año han sido liberados 45 prisioneros a través del pago de multas de modesta cantidad, pero que muchas veces constituían un obstáculo insuperable, a causa de la pobreza de sus familias, o también en el caso de su ausencia. Para mejorar las condiciones higiénicas de los prisioneros, se ha presionado a la Administración para que adquiriera filtros para el agua para así reducir las infecciones intestinales, y para que los retretes estuvieran situados fuera de las habitaciones. Se encontraron los fondos necesarios para pavimentar en cemento el patio interno, que durante la estación de las lluvias se volvía impracticable.
Algunas historias de prisioneros en Guinea
El arroz robado
G.K., una mujer de 36 años, fue arrestada junto a otras cinco mujeres, con la acusación de haber robado un saco de 50 Kg. de arroz. Nadie había verificado la acusación, nadie había buscado testimonios y el proceso nunca había sido convocado. Así G.K. y las otras mujeres estaban en la cárcel desde hacía más de un año. La intervención de la Comunidad fue la de contactar con la acusación, establecer una indemnización (el equivalente a 20 euros) y encontrar al juez. G.K. y las otras mujeres fueron excarceladas inmediatamente.
Falta de testimonio
P.K. es un pescador de río, arrestado, juzgado y condenado a muerte sumarísimamente, con la acusación de haber provocado voluntariamente la muerte de dos de sus compañeros pescadores al volcar la piragua. La intervención de la Comunidad ha permitido encontrar un testimonio de lo que había sido solamente un terrible accidente. P.K. fue exculpado y puesto en libertad.
El parto
S.C. es una mujer de origen extranjero, acusada de contrabando. Fue encontrada en prisión embarazada, en el mes noveno. No había personal femenino entre los guardianes que la pudiera acompañar fuera de la cárcel para dar a luz en un hospital. S.C. estaba muy desnutrida. La intervención de la Comunidad convenció al Director de la cárcel para hacerla acompañar por nuestras trabajadoras. Con la cantidad de 50 € se pagó la estancia en el hospital donde S.C. pudo dar a luz.
El extranjero
J.G. es un camionero que también fue acusado de contrabando. En la cárcel, en Conakry, no encontraba a nadie que hablase su idioma. Permanecía desde hacía un año y medio en la gran sala en espera de un proceso que nunca se celebraba, porque nadie lo reclamaba. La intervención de la Comunidad fue encontrar un intérprete y pagar los honorarios de un abogado (el equivalente a 50 €) para activar el proceso. La sentencia lo ha condenado a un año de prisión, que él ya ha había pagado. J.G. salió y enseguida fue a buscar a los amigos de la Comunidad para agradecérselo. Encontró a uno, de quien no recordaba el nombre. Le dijo: “Sant’Egidio, Sant’Egidio!! I’m free!!”
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