MENSAJE DE S.S. BENEDICTO XVI
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Castel Gandolfo, 4 de septiembre de 2012
Señor Cardenal,
me alegra especialmente hacer llegar el más cordial saludo del Santo Padre Benedicto XVI a los ilustres Representantes de las Iglesias y Comunidades cristianas, y de las grandes religiones mundiales, así como a la población de Sarajevo, que Usted tiene en especial estima, y a todos los que se han congregado para celebrar el XXVI Encuentro Internacional por la Paz, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio.
Es motivo de alegría y de consuelo ver que esta peregrinación de paz, que empezó en Asís en octubre de 1986 el beato Juan Pablo II, continúa dando frutos. El mismo Sumo Pontífice quiso subrayar su significado el año pasado, a veinticinco años de distancia, cuando fue como pelegrino a la ciudad de san Francisco, junto a muchos creyentes y a muchos hombres y mujeres de buena voluntad, que buscan sinceramente la verdad y por eso trabajan para construir la paz. En aquella ocasión observó que la causa de la paz está hoy amenazada por un doble riesgo: por un lado la instrumentalización de la religión como motivo de violencia, y por otro el "no" a Dios en nombre de una visión totalmente secularizada del hombre, que a su vez es capaz de producir una violencia desmesurada. Los efectos de la convergencia de estas dos fuerzas negativas, además, se han experimentado de manera dramática también en la ciudad de Sarajevo, en aquella guerra que empezó hace veinte años y que provocó muerte y destrucción en los Balcanes.
Como antídoto a aquella amenaza siempre recurrente, el papa Benedicto XVI relanzó en Asís la alianza entre personas y religiones que sienten formar parte de alguna tradición religiosa, y que buscan sinceramente la verdad, convencidos de que de un diálogo profundo y sincero puede surgir: para los primeros, el trabajo por una siempre necesaria purificación de la religión vivida, y para los segundos mantenerse abiertos a las grandes preguntas de la humanidad y al Misterio que envuelve la vida del hombre.
De ese modo, el peregrinaje común hacia la verdad podrá traducirse también en el peregrinaje hacia la paz.
De eso son expresión los Encuentros Internacionales por la Paz promovidos de la Comunidad de Sant’Egidio. El encuentro de este año en Sarajevo asume un valor especial. Tal como afirmó el beato Juan Pablo II, que se sentía profundamente unido a esta ciudad, “No se puede olvidar que Sarajevo fue símbolo del sufrimiento de toda Europa en este siglo. Lo fue a principios del siglo XX, cuando la Primera Guerra Mundial dio inicio allí; lo fue de modo distinto la segunda vez, cuando el conflicto se consumió por completo en esta región” (homilía en Sarajevo, 13 de abril de 1997).
Hoy, desde Sarajevo, quiere salir un mensaje de paz, gracias al encuentro de muchos hombres y mujeres de religiones distintas. La paz necesita apoyo de corazones y mentes que busquen la verdad, se abren a la acción de Dios, y tienen sus manos a los demás. Es importante, pues, levantar la mirada hacia el mundo entero y a las realidades problemáticas para la convivencia, la reconciliación y la paz, que todavía lo caracterizan, con esperanza y con tenor: continúa, efectivamente, la amenaza del terrorismo, muchas guerras bañan de sangre la tierra, la violencia contra el hermano parece no tener fin. ¡Nuestro mundo necesita realmente la paz! Es más, de nuestro mundo se eleva cada vez con más fuerza el grito: “¡Que llegue la paz!". El pensamiento del Santo Padre va, estos días, de manera particular, a Oriente Medio, a la dramática situación de Siria y al Viaje Apostólico que está a punto de realizar al Líbano. Esperamos que aquellas tierras y todas las tierras necesitadas de reconciliación y de tranquilidad encuentren pronto la paz en una serena convivencia, en la estabilidad y en el respeto de los derechos humanos.
La larga experiencia de diálogo, que se ha vivido también en estos Encuentros, demuestra que la cultura del enfrentamiento es falaz, al mismo tiempo que destaca el valor del diálogo basado en los pilares firmes de la verdad, de la que brota la paz: “Convivir es en el fondo una simple predisposición, que deriva directamente de nuestra condición humana. Es, pues, tarea nuestra darle un contenido positivo. Convivir puede transformarse en vivir unos contra otros, puede convertirse en un infierno, si no aprendemos a acogernos mutuamente unos a otros, si cada uno no quiere ser más que él mismo. Y abrirse a los demás, ofrecerse a los demás también puede ser un don” (Benedicto XVI, Mensaje del Encuentro Internacional por la paz de Múnich, 1 de septiembre de 2011). Es una idea que debe crecer en la conciencia de los hombres y de los pueblos. «Convivir es el futuro»! Esta visión para nosotros cristianos tiene sus raices en la fe: «el Dios en el que creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, a partir del cual todas las personas son entre ellas hermanos y hermanas y constituyen una única familia. La Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios, que donde hay violencia, pone el sufrimiento junto al otro y el amor con el otro» (Benedicto XVI, Discurso de Asís, 27 de octubre de 2011).
El Santo Padre, mientras augura un fructífero encuentro, se une espiritualmente a todos los presentes, en la certeza de que el Señor, Padre de todos los hombres, continuará guiándonos por el camino de la paz y del encuentro pacífico entre los pueblos, bendiciendo todo vuestro trabajo.
Me sumo también yo al augurio del Sumo Pontífice y aprovecho la ocasión para manifestarle, señor Cardenal, mi aprecio y mi estima en Cristo.
Tarcisio Card. Bertone
Secretario de Estado
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A Su Eminencia Reverendísima
El señor Cardenal VINKO PULJIC
AArzobispo de Vrhbosna-Sarajevo
SARAJEVO
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