La cultura europea tiene una capacidad atractiva que no es solo el turismo. Lo hemos visto cuando, llegando a Italia con el primer corredor humanitario, la siria Jasmine cantó ante las cámaras de televisión: "Io sono un italiano".
La música, el arte y la lengua son factores de atracción y de integración. Por eso la Comunidad de Sant'Egidio de Budapest, que trabaja desde hace meses acogiendo a los refugiados, acompañó a un grupo de refugiados del centro de acogida de Bicske (algunos ya tienen reconocido el derecho de asilo, otros esperan la decisión de las autoridades), para visitar el Museo Nacional de Budapest.
Al inicio de la visita, Péter Szoke, responsable de la Comunidad húngara, saludó a los invitados y destacó el significado de la visita: ofrecer una señal de bienvenida a Hungría, y demostrar que le pueblo húngaro desea compartir con ellos su historia y la cultura en la que quieren integrarse.
Reforzó sus palabras la presencia del director del Museo Nacional, el profesor László Csorba, que presentó brevemente el museo y los mil años de historia del país húngaro, destacando en especial que Hungría tuvo un papel histórico de transmisión entre Oriente y Occidente, y que es lugar de encuentro de varias culturas.
Los amigos refugiados –entre los que había familias con niños– escucharon con interés la presentación de la cultura húngara. Algunos, llegados de Siria y de Iraq, sintieron curiosidad por los antiguos manuscritos en árabe que se remontan a la dominación otomana, e intentaron entender los textos antiguos.
Al finalizar la visita, a cargo de la Comunidad de Sant'Egidio y de la dirección del museo, hicieron un refrigerio en honor de los refugiados.
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