Es invierno en Mozambique –se dice que es uno de los inviernos más duros de los últimos años– y en Beira, segunda ciudad de Mozambique, en la costa del océano, sopla un viento frío.
Pero como ya es tradición, para un grupo de jóvenes de la Comunidad de Sant’Egidio, Beira es mitad vacaciones, vacaciones especiales porque transcurren junto a los niños pacientes del centro Dream de Manga Chingussura, localidad de la periferia de Beira, donde la gente vive en pobres chabolas de canisso (cañas) sin luz, agua ni otros suministros.
Beira y los pueblos de su alrededor son muy pobres, hay pocas carreteras asfaltadas, y pocas casas de obra. Además, Beira –que durante la guerra civil fue escenario de enfrentamientos– es una de las ciudades de Mozambique con un mayor índice de prevalencia de VIH/sida del país.
En el centro Dream se ha corrido la voz de que están por llegar los amigos de Italia y cuando finalmente llegan a Manga ya hay unos cincuenta niños que los reciben con gran alegría. Ya estaban allí a primera hora de la mañana, impacientes por volver a ver a sus amigos que venían desde lejos.
“Encontramos de nuevo a Joanina, que hace un año estaba muy mal, no podía comer a causa de una infección en la boca, tenía una grave pulmonía, y estaba tan débil que no era capaz de ponerse en pie. Había empezado la triterapia (contra el VIH) precisamente durante nuestras vacaciones.
Muchos habían dicho que con ella había poco que hacer, que la enfermedad estaba en una fase muy avanzada. Pero las activistas del centro Dream, desde que nos fuimos, no dejaron de ir a verla, cada mañana alguna de ellas le llevaba la terapia y ahora Joanina está muy bien. Apenas nos ve corre hacia nosotros y nos abraza con fuerza. Quiere saber cuándo empezarán las vacaciones, este año se siente fuerte y está impaciente por participar en todos los juegos y las actividades, ha aumentado de peso y va a la escuela con regularidad. Nos dice: “Me puse triste cuando os fuisteis, pensaba que no os iba a ver nunca más, pero ahora estáis aquí y sé que no me abandonaréis…”.
Cuántas historias como esta! Este año participan en las vacaciones todavía más niños. Conocemos a Vania, de apenas 7 años, también enferma. No va a la escuela y sólo habla el dialecto de su pueblo. No sonríe y nosmira con un poco de miedo. Pero al final de las vacaciones sonríe sin parar, bromea, juega y saluda a todos en italiano.
Volvemos a ver también a Samito. Lo conocimos hace 4 años. Había perdido a sus padres por el sida poco antes de conocernos y de participar en nuestras vacaciones. No lo habíamos visto más porque había ido a vivir a una residencia lejos de Beira.
Lo volvemos a ver ahora, 4 años después. Todavía lleva la camiseta que le regalamos. Se acuerda de todos los nombres y recuerda todas las canciones que le habíamos enseñado. Nos dice: “¡Aquellos fueron los días más hermosos de mi vida! ¿Cómo podía olvidarlos?”.
Es cierto, para Samito, como para muchos niños estos días pasados juntos son los días más hermosos de su vida pero también para muchos jóvenes europeos que cada año deciden pasar sus vacaciones en África, rodeados por el amor y por el cariño de muchos niños.
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