A un año del dramático terremoto de Japón, el pasado 11 de marzo de 2012 se firmó un acuerdo de colaboración entre la Comunidad de Sant’Egidio y el ayuntamiento de Rikuzentakata, en la región del Tohoku. Se trata de un compromiso recíproco para construir un centro de acogida de día para las personas ancianas, que actualmente constituyen más del 30% de la población superviviente de la zona. Rikuzentakata es una de las dos ciudades que quedaron más destruidas por el tsunami. La larga amistad entre la Comunidad de Sant’Egidio y Japón se manifiesta hoy en este compromiso común de solidaridad.
Seísmos posteriores continuaron sacudiendo la zona, mientras que las olas provocaban víctimas y destruían ciudades enteras a lo largo de la costa.
Desde que se produjo la sacudida principal, hubo un terremoto de al menos 5 grados de media cada 5-7 minutos. La sacudida fue la mayor jamás registrada en el sol naciente: las ondas sísmicas fueron advertidas nítidamente hasta en Pequín. El impacto del terremoto desplazó el eje de rotación terrestre en casi 10 centímetros.
Más de la mitad de las víctimas del seísmo/tsunami del 11 de marzo, que devastó el noreste de Japón, tenían más de 65 años. Antes del desastre, la población "anciana” representaba el 25% de los residentes: “muchos de ellos –escribe el Asahi Shinbum, uno de los principales cotidianos japoneses– murieron porque no tuvieron tiempo de huir o no podían hacerlo sin la ayuda de alguien tras la alarma de tsunami".
Sant’Egidio y Japón
A tres meses del drama una delegación de la Comunidad de Sant’Egidio fue a las zonas afectadas por el desastre. El balance de las víctimas asciende a más de 25.000 (a los que hay que añadir los desaparecidos), pero las búsquedas no han terminado definitivamente. La violencia de las aguas provocó la desaparición de pueblos enteros en el norte del país. Se trata de muchos de los asentamientos urbanos que había a lo largo de 400 km de la costa que da al océano Pacífico. Visitamos en particular uno de los dos puebos que quedaron casi arrasados, Rikuzentakata, al norte de Sendai. De los 26.000 habitantes del pueblo, el número de víctimas asciende a unas 4.000 personas, y 15.000 se quedaron sin casa.
La mayoría de los supervivientes son ancianos: aproximadamente el 36% tienen más de 65 años, y muchos de ellos quedaron totalmente solos. Nos reunimos con el alcalde Futoshi Toba, de 46 años, que perdió a su esposa en el tsunami. El alcalde nos explicó el drama de aquel viernes 11 de marzo: bastaron 20 minutos después del terremoto para que las olas del mar llegaran a inundar el pueblo, hasta 13 km hacia el interior. Visitamos los lugares de acogida y los centros provisionales donde vive la gente. Luego fuimos a encontrar a monseñor Hiraga, obispo de Sendai, la diócesis en la que estaban todas las zonas afectadas. Le manifestamos toda la proximidad y la solidaridad de la Comunidad de Sant’Egidio, a quien le une una amistad de muchos años con Japón.
Un signo de amistad y de solidaridad
Y precisamente la larga amistad entre Sant’Egidio y Japón, que empezó en 1987, en los encuentros de diálogo entre las religiones y las culturas por la paz, en el espíritu de Asís, y que continuó con fidelidad a lo largo de los años, nos hace hoy manifestar con un gesto significativo toda nuestra solidaridad.
Precisamente teniendo en cuenta la numerosa población anciana que sobrevivió en las ciudades y en los pueblos destruidos por el tsunami, pensamos en construir para ellos un centro de día de acogida y de solidaridad, que pueda servir tanto de hospital de día para quien lo pueda necesitar como de centro social y comunitario, lugar de vida común y de encuentro para los ancianos más solos y abandonados. Un signo de amistad y de esperanza para Rikuzentakata y para Japón, empezando por los ancianos.
La iniciativa también tendría un carácter cultural y de investigación social. En el proyecto del centro está previsto un espacio destinado a alojar un archivo de recopilación de datos y punto de observación sobre la situación más general de los ancianos en Japón, el país con el mayor índice de ancianos del mundo (el segundo es Italia), del que podrían surgir estudios y proyectos de una cierta importancia para el futuro.
El centro, además, tanto en la primera fase de construcción como en la posterior de mantenimiento, sería obra de empresas locales japonesas, lo que formaría parte del cuadro de reanudación de las actividades laborales de la zona destruida. Otra ayuda en el campo del empleo, especialmente para los jóvenes, será el personal de asistencia. Tanto el personal médico y sanitario como el social y de animación sería de cooperativas juveniles de la zona y sería contratado por la administración local. El centro se empezará a construir cuando las condiciones lo permitan en un terreno destinado a construcciones sociales que el ayuntamiento de Rikuzentakata pondrá a disposición.
Todo está contemplado por un acuerdo entre la Comunidad de Sant’Egidio y el ayuntamiento de Rikuzentakata en ocasión del primer aniversario de la tragedia, el 11 de marzo de 2012.
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