El 12 de marzo de 2012 se llevó a cabo en Praga, en el Parlamento de la República Checa, un congreso titulado: “El holocausto del pueblo gitano: ¿por qué lo hemos olvidado?”, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, con el alto patrocinio de la Presidencia del Parlamento de la República Checa.
Asistieron a la conferencia numerosos invitados, en gran parte jóvenes. Estaban presentes también varios parlamentarios y miembros del cuerpo diplomático en representación de Estados Unidos, Canadá y diez países europeos.
Miroslava Němcová, Presidente del Parlamento de la República Checa, gratamente sorprendida por la presencia de tantos jóvenes, dirigiéndose a ellos, hizo un llamamiento a rechazar toda forma de racismo –al tiempo que reconocía que la política actual, por el contrario, ha echado a menudo gasolina al fuego– y les pidió que construyeran un futuro en el que se diga claramente no a cualquier signo de racismo y de desprecio de quien es distinto.
A este propósito se subrayó la importancia de los peregrinajes de jóvenes europeos al campo de concentración de Auschwitz que, desde hace varios años, organiza la Comunidad.
Karel Schwarzenberg, ministro de Asuntos Exteriores de la República Checa, recordó la historia del antigitanismo del siglo XX, durante el nazismo y el comunismo. Luego destacó que todavía en la actualidad, a menudo, los gitanos son señalados como cabezas de turco para esconder otros problemas. De hecho, fácilmente se alcanza consenso para acusar de todos los males a los gitanos, que históricamente son considerados los “distintos” por antonomasia.
Mons. Ladislav Hučko, obispo católico, responsable de la pastoral de los gitanos, subrayó que Jesús hablaba con todo el mundo, sin diferencias, y que para todo aquel que se diga cristiano es inaceptable cualquier forma de racismo y, por tanto, también de antigitanismo.
Jaroslav Šebek, recorrió el itinerario histórico que llevó, en la primera mitad del siglo XX, a las deportaciones de gitanos de Checoslovaquia. Subrayó que la historia enseña que no se puede construir el futuro dejando a un lado aquel humanismo que se centra en el valor del hombre.
Emílie Machálková, gitana, explicó su emotiva historia personal de cuando, con apenas quince años, tuvo que asistir a la deportación de su pueblo hacia los campos de concentración.
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