"Una casa, no solo una sede". Muchos lo percibieron el viernes 31 de mayo, durante la inauguración de los nuevos locales donde se llevarán a cabo las actividades de la Comunidad de Sant'Egidio en el barrio genovés de Cornigliano: un piso iluminado y acogedor "donde todos pueden encontrar una familia que les ayude o a la que ayudar".
En via Gattorno, una hermosa calle con árboles del centro de esta delegación en la periferia oeste de la ciudad, habían cientos de personas que representaban los treinta años de amistad entre la Comunidad de Sant'Egidio y el barrio: el cardenal Angelo Bagnasco bendijo los locales, ante el presidente de la región de Ligura, Claudio Burlando, del teniente de alcalde, Stefano Bernini, y de dirigentes de la Fundación Carige, que ha restaurado la casa.
Junto a ellos, la Comunidad de Sant'Egidio que está en el barrio –con la oración semanal y las visitas a ancianos de una residencia y los sin techo– y muchos amigos: jóvenes, ancianos, inmigrantes, niños, discapacitados...
El Cardenal Bagnasco quiso destacar que crear un espacio familiar, no anónimo, es la respuesta a los problemas más significativos de la gente de nuestro tiempo: "la primera necesidad –explicó– no es el pan material, sino el pan espiritual, la proximidad de alguien que nos haga sentir que no estamos solos ni somos invisibles. Por eso es necesaria la familia, la comunidad cristiana, el tejido social del barrio: nadie puede vivir solo".
Hablando en nombre de la Comunidad de Sant'Egidio, Andrea Chiappori dijo: "El papa Francisco dice que desde las periferias se entiende mejor el mundo y la ciudad. Nosotros creemos que eso es muy cierto y yo añadiría que, desde las periferias, también nos comprendemos mejor a nosotros mismos".
En las ocho salas –decoradas con la ayuda de los Ferrocarriles Estatales– y en el magnífico jardín se encontrarán personas muy distintas: niños y jóvenes del barrio –ecuatorianos, magrebíes, italianos y albaneses– que se reúnen en la Escuela de la Paz con los jóvenes voluntarios de la Comunidad, que son a su vez estudiantes de instituto y universidad. También el movimiento de Los Amigos, con la "escuela de arte" y los jóvenes de la escuela de lengua y cultura italianas.
Sant'Egidio –que está en Génova desde 1976– empezó a trabajar en Cornigliano hace treinta años. Era el tiempo de la "Banda dei Puffi", jóvenes entre los once y los quince años que sembraban el terror en la zona oeste de la ciudad: para ellos, y para sus coetáneos, algunos jóvenes estudiantes genoveses crearon la Escuela de la Paz, un espacio alternativo a las lógicas de la violencia, lejos de la calle, de la droga, del espectro del sida.
En estos años Cornigliano ha cambiado mucho: hoy es un barrio hermoso, recuperado. Pero hay nuevos retos como el que representan los ancianos, que son cada vez más numerosos, y la acogida a los inmigrantes, en particular a los jóvenes que provienen de América Latina. Pero sobre todo es una zona que tenía una larga tradición de luchas comunes: una identidad fuerte, arraigada. Hoy es necesario encontrar algo que una nuevamente las distintas almas, buscando caminos para aprender nuevamente a convivir.
Y la gente mira con curiosidad y simpatía esta presencia: muchos "vecinos de casa" sacaron la cabeza por la puerta abierta en via Gattorno. Algunos enviaron flores y pequeños regalos. La peluquera, Patrizia, escribió una nota: "os doy la bienvenida a vosotros, que ayudáis a mucha gente y sobre todo ayudáis a recuperar la dignidad".
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