Como ya es tradición desde hace casi 15 años, algunas iglesias porteñas se convirtieron ayer al mediodía en grandes comedores, con el fin de compartir un almuerzo navideño con los que menos tienen.
Según los organizadores de la iniciativa, impulsada por la Comunidad Católica de San Egidio desde 1996, la jornada de ayer fue todo un éxito. Unos 200 voluntarios comenzaron a trabajar desde temprano para servir un almuerzo a unas 900 personas carenciadas, marginadas o en situación de calle.
Familias enteras, hombres y mujeres solos, ancianos y niños, se sentaron a la mesa para celebrar la Navidad en la basílica Nuestra Señora de la Merced, en Reconquista 207; en la parroquia Nuestra Señora del Carmen; en Rodríguez Peña 840, y en la de San Pedro, en La Boca. También se transformaron en comedor la iglesia San Antonio de Padua, de Ciudad Evita, en la diócesis de San Justo; el Hogar de Ancianos Don Guanella, de Tapiales, y un geriátrico de la localidad bonaerense de Coronel Pringles.
"Dimos vuelta los bancos, dispusimos largas mesas y las vestimos con manteles rojos y verdes, a tono con los colores navideños", contó Andrea Poretti, miembro de la Comunidad San Edigio.
Gracias a las donaciones de la gente y el trabajo de los voluntarios, que oficiaron de cocineros y mozos, el menú navideño incluyó empanadas de carne y jamón y queso como entrada, pollo trozado y verduras frescas para el plato principal y ensalada de frutas como postre. El brindis, con gaseosas, y las típicas delicias navideñas como turrones, pan dulce, budines y garrapiñadas para la mesa dulce.
Por primera vez, "un grupo de amigos de la calle se acercó a la mañana y preparó el menú con todos los voluntarios, y después se quedó para levantar todo y ordenar, que es el trabajo más pesado", agregó Poretti.
Como en familia
Un clima familiar, distendido, ameno. Así describen los organizadores la jornada navideña solidaria, que también incluyó la llegada de Papá Noel. Este año, se entregó una caja con el nombre de cada persona sentada a la mesa. Para los varones, desodorantes, jabones y crema de afeitar, y para las mujeres había colonias, jabones, cremas y un abanico. Además, en todos los casos se incluyó la última edición de la guía "Dónde comer, dónde dormir, dónde bañarse", editada por la Comunidad, junto con un mapa impermeable para llegar hasta esos lugares.
En la parroquia de La Boca los comensales estuvieron acompañados por el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Vicente Bokalic. Hasta allí llegaron especialmente ancianos, familias y niños. En cambio, según precisó Poretti, en la parroquia del Carmen la mayoría eran "amigos de la calle".
Los almuerzos navideños comenzaron en la basílica de Santa María in Trastevere, en Roma, en 1992 (donde ayer se distribuyeron 500 platos de lasaña al horno, albóndigas de carne, pastel de papas y lentejas), y se fueron extendiendo a templos de otros puntos de Europa, así como de Asia, Africa y América.
"Aquí los primeros dos años, en 1996 y 1997, fueron muy modestos, y en lugar de las iglesias los comedores eran salones o alguna escuela -recuerda Poretti-. A partir de 1999 el grupo comenzó a crecer, y cada vez recibimos a más personas", reconoce la voluntaria.
"En La Boca, tuvimos una comensal que vino de Constitución y nos sorprendió donando 30 pesos, que ella había recolectado como limosna, para colaborar con los almuerzos. Son actos de generosidad que a nosotras nos llenan de alegría", confiesa Poretti.
Ayer, unos 200 voluntarios dijeron presente, "pero es un trabajo en el que participa muchísima más gente, porque las donaciones comienzan mucho antes", dice Poretti.
Se calcula que más de 80.000 personas asisten en todo el mundo a estas comidas.