En 1982 un pequeño grupo de personas pobres fueron acogidas por la comunidad de Sant’Egidio en torno a la mesa el día de Navidad en la basílica de Santa Maria en Trastévere, en el corazón de Roma. Fueron unos 20 invitados: ancianos del barrio, personas que ese día se habían quedado solas, y algunos sintecho. Desde aquel almuerzo año tras año esta agrupación, un movimiento laico comprometido con la evangelización y la caridad, ha ido sumando localidades y reuniendo el 25 de diciembre allí donde tiene presencia a personas sin recursos. El miércoles, como cada año, la basílica de Sant Just i Pastor, en Ciutat Vella, fue el escenario central barcelonés de esa jornada que acogió en la ciudad a 1.300 personas gracias a la colaboración de 600 voluntarios. La celebración se repitió en iglesias de 75 países.

El menú fue el típico de una comida navideña catalana: la escudella, los canalones, el pollo asado, los turrones, los barquillos y el cava. Para los numerosos asistentes musulmanes los voluntarios, que cada vez son más (esta edición un centenar más que la pasada), prepararon pescado y canalones con verduras. Y como es habitual, el ágape acabó con un gran brindis, un regalo para cada comensal (mayormente productos de primera necesidad) y villancicos.

OCHO ESPACIOS / La intensidad de la crisis económica se ha dejado notar un año más en la tradicional comida, ya que la comunidad que preside
Jaume Castro en la capital catalana superó los 1.300 comensales frente al millar que acogió en el 2012. Esta vez se habilitaron ocho espacios preparados
especialmente para el encuentro y repartidos por toda Barcelona, dos más que el pasado año. Los perfiles fueron variados, como variada
es la fotografía de la nueva exclusión que está dejando la crisis desde hace años: desde mayores solos a sintecho, pasando por familias con y sin hijos, muchas personas sin papeles, y la gran mayoría, ciudadanos sin empleo.