Comunità di S.Egidio

Pascua 2003
Via Crucis


IV Estaci�n
La conjura del mal

Todav�a estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompa�ado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les hab�a dado esta contrase�a: �Aquel a quien yo d� un beso, �se es, prendedle y llevadle con cautela.� Nada m�s llegar, se acerca a �l y le dice: �Rabb��, y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hiri� al siervo del Sumo Sacerdote, y le llev� la oreja. Y tomando la palabra Jes�s, les dijo: ��Como contra un salteador hab�is salido a prenderme con espadas y palos? Todos los d�as estaba junto a vosotros ense�ando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras.� Y abandon�ndole huyeron todos. Un joven le segu�a cubierto s�lo de un lienzo; y le detienen. Pero �l, dejando el lienzo, se escap� desnudo.
(Mc 14, 43-52)


Cimabue
Il bacio di Giuda


En esta escena evang�lica dos caminos se enfrentan. Uno es el camino que Jes�s quer�a inaugurar entre los hombres, estando todos los d�as en medio de ellos, ense�ando en el templo, con la palabra, la mansedumbre y el amor por los dem�s. El otro camino, el que vence, re�ne a mucha gente, gente diferente que se identifica en un grupo, con espadas y palos. Por este camino marcha un grupo compuesto por un traidor seguido de una multitud que va hacia Jes�s como si se tratara de un malhechor. S�lo en contraposici�n a �l esta gente consigue encontrarse unida y vencer. Jes�s permanece ante ellos con su actitud: su palabra y su simpat�a hacia todos. Hasta deja que el traidor se acerque a �l para besarle. Se deja besar. Los disc�pulos comprenden que han vencido la violencia y la fuerza de quienes encuentran su identidad en una banda en b�squeda de enemigos. Y tambi�n ellos, como una banda derrotada, le abandonan y huyen.
S�lo un joven le sigue, un pobrecillo, vestido con un lienzo, un cuerpo �gil que, cuando es detenido, deja el lienzo y se escapa desnudo. Jes�s hab�a dicho: �si no cambi�is y os hac�is como los ni�os, no entrar�is en el Reino de los Cielos�. Hay que volver a ser ni�os, adolescentes, j�venes, para creer que la palabra, la simpat�a hacia todos, y el amor pueden ser vividos. De lo contrario se escoge la fuerza, en la banda, con las espadas y los palos. Hay quien se olvida y huye. S�lo un joven, un ni�o, un adolescente, permanece fiel al cari�o y contin�a sigui�ndole con la confianza de que habr� un futuro.
Los disc�pulos prefieren no ver, duermen. Esta es la actitud t�pica de los hombres y las mujeres corrientes, como nosotros. Es la actitud del levita y del sacerdote que pasan de largo ante el hombre medio muerto por el camino de Jerusal�n a Jeric�.
Pero, �qui�n ha reducido de esa forma a un hombre que ten�a autoridad como Jes�s? Judas colabora, consiguiendo que le identifiquen, como el �ltimo cordero. Colabora en una conjura tramada en altas sedes, en palacio. Pero, �qui�n reduce a un hombre de esa manera? Cu�ntas veces, viendo a un hombre destrozado, que vive por la calle, desesperado, la gente, con su sabidur�a popular, dice: �El culpable, que llore�. El Evangelio no piensa as�: habla de una conjura, de gente que manda, de colaboradores, de traidores y ejecutores. Es la gran conjura del mal que vemos actuando, activa, concreta, en la historia de Jes�s. Es la conjura del mal que perdura cada d�a. La responsabilidad no es s�lo de uno, de dos, o de tres, sino colectiva, de muchos. No s�lo Judas es culpable, ni tampoco es culpable s�lo la multitud de jud�os que se encontraba en ese momento en Jerusal�n y se vio implicada en el episodio. Hay una conjura del mal. Pens�ndolo bien, la disparatada e infundada acusaci�n de deicidio al pueblo jud�o (precisamente a partir del Evangelio de la Pasi�n), ha permitido que generaciones enteras de cristianos se sintieran inocentes y ajenos a la conjura del mal que se desenvuelve alrededor de Jes�s. En definitiva, no nos incumbe porque es una culpa �tnica y nacional.
�C�mo reaccionar ante esta conjura? �C�mo responder a esta alianza del mal? El Evangelio nos relata la respuesta de uno que sac� la espada e hiri� a un siervo del sumo sacerdote. Reaccionar con violencia: en el Evangelio de Marcos no aparecen palabras referentes a este gesto del amigo de Jes�s que tom� la espada hiriendo la oreja de un siervo. A diferencia de los otros Evangelios, aqu� hay un silencio. Sin embargo, Jes�s dice: ��Para hacerme callar hab�is necesitado espadas y palos, es decir, violencia? Esta es vuestra derrota, no la m�a�. Exactamente afirma: ��Como contra un salteador hab�is salido a prenderme con espadas y palos? Todos los d�as estaba junto a vosotros ense�ando en el Templo, y no me detuvisteis�.


Home page

Previous page