Comunità di S.Egidio

Pascua 2003
Via Crucis


VI Estaci�n
La noche del miedo y las l�grimas de Pedro

Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro calent�ndose, le mira atentamente y le dice: �Tambi�n t� estabas con Jes�s de Nazaret.� Pero �l lo neg�: �Ni s� ni entiendo qu� dices�, y sali� afuera, al portal, y cant� un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban all�: �Este es uno de ellos.� Pero �l lo negaba de nuevo. Poco despu�s, los que estaban all� volvieron a decir a Pedro: �Ciertamente eres de ellos pues adem�s eres galileo.� Pero �l se puso a echar imprecaciones y a jurar: ��Yo no conozco a ese hombre de quien habl�is!� Inmediatamente cant� un gallo por segunda vez. Y Pedro record� lo que le hab�a dicho Jes�s: �Antes que el gallo cante dos veces, me habr�s negado tres.� Y rompi� a llorar.
(Mc 14, 66-72)


Duccio di Buoninsegna
Il tradimento di Pietro


La conjura de las espadas y palos no es un acto de unos pocos, de soldados que obedecen �rdenes, de jefes. Poco a poco todos se agregan a esa ola vencedora, cada uno piensa en su peque�o inter�s y se alinea. Una sierva, con su mirada indagatoria, se percata de que Pedro, encogido por el miedo y por el fr�o, era uno de los que estaba con Jes�s. Se le unen algunos de los all� presentes y empieza a decir a todos: �Este es uno de los amigos del galileo�. Crece la ola de la violencia, la l�gica de las espadas y los palos, del amor ciego por el propio inter�s. Litigan entre ellos, discuten y sacuden a ese pobre prisionero de un lado a otro. Solo un gallo recuerda a Pedro la palabra de Jes�s: �antes que el gallo cante dos veces, t� me habr�s negado tres�. S�lo la palabra de Jes�s, recordada y vivida, nos hace reencontrar la humanidad que sabe llorar.
En Roma se venera la memoria del ap�stol Pedro, m�rtir. Cu�nto camino ha hecho el disc�pulo desde la noche de Getseman�, desde aquel patio donde se calentaba. No nos avergonzamos de considerarle el primero de los ap�stoles, a �l, hombre que tuvo miedo y que no reconoci� al maestro. Finge no comprender lo que est�n diciendo de �l cuando afirman que es uno de ellos. No nos avergonzamos de considerar como primero entre los ap�stoles a un hombre que se ha resistido tanto antes de estallar en un llanto, y que ha dejado solo a su maestro y Se�or.
Esta es la parte de muchos creyentes: la de tener miedo, la de no querer seguir a un Se�or que parece exagerado, la de no quererse arrimar a �l cuando sufre, cuando impresiona, cuando nos involucra en aventuras demasiado comprometedoras: desgraciadamente esta es la parte de muchos de nosotros, creyentes.
El recuerdo de esta historia de Pedro nos entristece porque habla de nuestra debilidad. El recuerdo del ap�stol, m�rtir, nos da una idea del largo camino que ha recorrido, camino de la cruz, camino de confianza, camino del Evangelio. Un largo camino nos queda por recorrer, a trav�s del llanto, de la conversi�n, de la alegr�a y de la fe. Desde la noche del miedo al d�a de la fe: es un largo camino de disc�pulos. Pero no es un camino que se puede recorrer de forma triunfal, creyendo y diciendo ser h�roes, como Pedro dijo a Jes�s: es el camino de la cruz, el camino del amor, el camino de Jes�s.


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