La “cárcel transitoria” en la República Democrática del Congo
La República Democrática del Congo no es sólo el país más grande del África subsahariana. También es, a pesar de la riqueza de las materias primas de las que dispone, teatro de grandes sufrimientos: largos años de guerra han provocado la difusión de la pobreza. Los planes de saneamiento económico impuestos por las instituciones internacionales golpean, en realidad, a las capas más débiles de la población, entre las que se encuentran los prisioneros. En efecto, la reducción de los gastos destinados a justicia y a las instituciones carcelarias sólo consigue aumentar el sufrimiento de los reclusos, que viven con condiciones inimaginables. En Congo, además, el sistema judicial está organizado de manera capilar: en cada puesto policial existe una “cárcel transitoria” - el “cachot”, dónde quedan recluidas todas las personas que han cometido pequeños delitos o han sido acusadas de ilegalidad.
El sistema prevé la posibilidad de salir del “cachot” mediante el pago de una multa. Pero quien no dispone de la cifra solicitada – frecuentemente de manera arbitraria – queda recluido en la cárcel central de Kinshasa, a menudo sin una verdadera imputación principal, y sin la certeza de recibir un juicio justo en tiempos razonables. En el "cachot”, la mayoría de las veces, permanecen durante un tiempo indefinido, olvidados.
El que es pobre, así pues, puede permanecer semanas, meses, incluso años, en cárceles superpobladas (en la cárcel central hay casi 4.300 detenidos) sencillamente en base a una sospecha o por un pequeño delito.
Y la cárcel significa malnutrición, falta de higiene, años de vida perdidos, un futuro en manos de la violencia y de la miseria.
Pero, se puede cambiar el destino de estas personas, con un pequeño gesto de solidaridad.
El Padre Simon visita con regularidad a los prisioneros del “cachot” y encuentra muchas historias de pobreza y desesperación… que con una pequeña ayuda han encontrado una solución.
Como la de G. y C.: se habían peleado por un motivo realmente estúpido. Ni siquiera fueron capaces de explicar cómo había empezado el altercado. Quizá algunas cervezas de más les había impedido pensar: insultaron al policía que intentaba separarles y acabaron en la “cárcel transitoria”.
Una multa de 300 euros es una exageración para un joven congolés, la mayoría de las veces sin trabajo, y los dos amigos corrían el riesgo de acabar en la cárcel durante un tiempo indefinido. Pero no es una cifra que no se pueda encontrar. Con un pequeño compromiso solidario: con 600 euros, recogidos por la Comunidad, los dos amigos regresaron a casa.
Al igual que E., un joven estudiante, de 28 años, que había sido encerrado en la “cárcel transitoria” por haber ofendido a un policía que le había parado en un puesto de control. También él habría acabado en la cárcel central si no se hubiese pagado una multa de 400 euros. La cárcel habría destrozado su vida de estudiante universitario, el sueño de convertirse en médico…
En la actualidad E. ha vuelto a estudiar gracias a un donativo de 400 euros, recogidos por la Comunidad, que le han permitido pagar su multa y conseguir la libertad.