"La tolerancia no es suficiente. La venganza no es justa. Cerrarse en un gueto tampoco es la solución. Los cristianos deben ser conscientes del papel que han tenido y que todavía pueden tener en la convivencia con el islam en Oriente Medio". A pocos meses de que se cumplan cien años del genocidio de los armenios, el obispo armenio ortodoxo de Damasco, Armash Nalbandian, llevó a Italia el testimonio de los cristianos sirios e intentó hablar sobre el futuro, sin esconder que lo que está sucediendo en su país "es como un nuevo genocidio". La ocasión fue la conferencia "A 100 años del genocidio de los armenios, un testimonio de Siria en guerra", organizada en Génova por la Comunidad de Sant’Egidio, en ocasión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, y que terminó con una oración ecuménica en la basílica de la Annunziata.
El obispo Nalbandian proviene de una de las comunidades cristianas más antiguas y de un país, Siria, con una larga historia de convivencia interreligiosa, donde "los cristianos no se sienten extraños". Explicó las consecuencias del Medz Yeghern (el "gran mal", cuando fueron asesinados un millón y medio de armenios y 500 mil siriacos), el vacío que se hizo alrededor de su pueblo, el silencio del mundo y las dificultades actuales por reconstruir la magnitud del drama.
A finales de abril, cuando se cumplirá un siglo exacto de los episodios más duros de la masacre, la Iglesia armenia canonizará a los mártires del genocidio "santos por la paz y por la patria". Es una manera de arrojar luz sobre acontecimientos dolorosos y trágicamente ignorados por la comunidad internacional, y también para reflexionar sobre el sufrimiento actual de las mujeres y de los hombres de Oriente Medio: Siria, explicó el Primado de Damasco, está asolada por un grave conflicto (con secuestros, masacres, y fugas en masa) que en cuatro años ha destruido 85 iglesias, 1800 mezquitas y ha dejado sin cada a unos 8 millones de sirios. "Hoy más de cuatro millones de nuestros conciudadanos viven de los donativos del Programa Mundial de Alimentos, explicó, en un país que fue autosuficiente durante muchos años: las víctimas no somos solo los cristianos, sino todos los habitantes de Siria".
En Génova, el obispo visitó también la iglesia de San Bartolomé de los armenios, donde rezó frente al veneradísimo icono del Santo Rostro y es encontró con algunos armenios "hijos de la diáspora". "Somos un pequeño rebaño, explicó a su despedida, pero no me asustan los desafíos. Tenemos una arma poderosa que es la oración: continuad rezando por nosotros".
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