“Los jóvenes están desarraigados, y buscan su identidad en la violencia. Educar, crear comunidad, dar fuerza a las familias es la única respuesta posible”. Jaime Aguilar, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en América Central y experto en el fenómeno de las maras, las bandas juveniles que se difunden por El Salvador, coincide en su análisis con expertos y testigos de varias zonas de conflicto: desde el Pakistán de la difícil convivencia islamo-cristiana, hasta el Burundi herido por el genocidio, o los Balcanes y el norte de Europa que vivió hace un año la violencia asesina de las matanza de Oslo.
En Sarajevo, en el Encuentro interreligioso “Convivir es el futuro”, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, se ha hablado de “educar a convivir para la paz”, partiendo, en una mesa redonda de esta mañana, por el análisis de un mundo en el que la agresividad está cada vez más difundida, como una respuesta a las dificultades.
“También la televisión y los otros medios de comunicación –ha declarado el vicepresidente de Ideasolidarité, Augusto Forti– exaltan la violencia y frente a esto vemos una carencia de los sistemas educativos, en primer lugar, la familia y la escuela”. Lo que falta es la capacidad de crear comunidades que den identidad distinta de la que dan las bandas o la hostilidad hacia otros grupos étnicos. “Hoy la gran religión del mundo es el individualismo –ha explicado Stanislav Hocevar, arzobispo metropolita católico de Belgrado–, ante lo cual las religiones históricas tienen una responsabilidad y deben cooperar para superar los conflictos y resaltar más los puntos en común en lugar de las diferencias”. |