CIUDAD DEL VATICANO - En el encuentro de Asís de 1986 no hubo nada de sincretismo ni de compromiso, sino la inauguración de una forma nueva de relación entre los creyentes de las distintas religiones, capaz de superar los enfrentamientos.
Así opina Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, movimiento que se distingue precisamente por haber continuado con la iniciativa del Papa a través de la promoción de encuentros interreligiosos por la paz.
Riccardi, en una columna dentro de la serie de artículos que L'Osservatore Romano está dedicando al próximo encuentro de Asís, subraya que Asís “no tiene nada que ver con el sincretismo religioso”, sino que responde a una “gran intuición” de Juan Pablo II.
Cuando se convocó el primer encuentro, en 1986, afirma Riccardi, “la cultura occidental consideraba las religiones como una realidad que la modernidad habría desplazado o reducido a los ámbitos privados de la vida”.
“El beato Juan Pablo II, al contrario, intuyó la fuerza pública de las religiones, no obstante la secularización”, explica. “Sabía que las religiones podían ser atraídas por las pasiones belicistas”, en aquellos momentos de “Guerra Fría”.
En ese momento, dice Riccardi, había otros modelos de encuentro entre religiones: “a menudo diálogos no respetuosos con la sustancia de fe -que descansaban en la idea de que las religiones son en el fondo iguales- se habían alternado con llamadas de los líderes religiosos por una u otra causa política”.
Lo que Juan Pablo II iba a inaugurar, subraya, “estaba lejos de tales modelos”, pues el planteamiento de Asís fue el de “una Jornada de oración y de silencio, en la que no se discutiese o se negociase: distinta de los congresos interreligiosos. Nada más lejos de la idea de la ONU sobre las religiones”.
El eje central fue la oración por la paz: “quizás como nunca antes en la historia de la humanidad, el vínculo intrínseco entre un comportamiento auténticamente religioso y el gran bien de la paz se hizo evidente para todos”.
“Juan Pablo II rechazó siempre y con claridad, la idea de Asís como la manifestación de una especie de interreligión, esperada por círculos estrechos”, propugna Riccardi.
Asís, en cambio, fue “la representación plástica de los que el Vaticano enseña con la Nostra aetate. En seguida el Papa proclamó su fe en Cristo y declaró su respeto por las demás creencias”.
Para el papa polaco, “los momentos simbólicos eran también necesarios” para hacer surgir “un renovado compromiso de los católicos por la paz, con atención a la fundamental dimensión de la oración y de las relaciones con los seguidores de las distintas religiones”.
La expresión “espíritu de Asís”, afirma el fundador de San Egidio, “en su significado correcto ilumina el compromiso de la Iglesia al servicio de la unidad de las gentes, que es también comprensión y diálogo entre los pueblos creyentes”.
En este sentido, cita la labor llevada a cabo por la Comunidad fundada por él, organizando encuentros anuales entre líderes religiosos en diferentes ciudades del mundo, “desde Roma a Varsovia en 1989 (con una peregrinación a Auschwitz, en la que participaron los musulmanes), Malta, Jerusalén, Lion, Bucarest (evento que abrió el viaje de Juan Pablo II a aquel país, como declaró el patriarca Daniel), hasta Chipre u otros lugares”.
Riccardi subraya también que éste es el compromiso de Benedicto XVI, y cita las palabras del Pontífice en el encuentro interreligioso de Nápoles (Italia, 2007), promovido por la Comunidad de San Egidio: “todos estamos llamados a trabajar por la paz y a un compromiso real para promover la reconciliación entre los pueblos. Es este el auténtico 'espíritu de Asís', que se opone a toda forma de violencia y el abuso de la religión como un pretexto para la violencia”.