El 1° de enero se celebrará la Jornada Mundial de la Paz, que inició el papa Pablo VI en 1968, en tiempos de la Guerra de Vietnam, y que da ocasión cada año a un mensaje papal que acentúa algún punto en especial.
"Combatir la pobreza, construir la paz" es el lema elegido este año por Benedicto XVI, considerando que la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen los conflictos, incluidas las contiendas armadas.
Con motivo de la Jornada Mundial, en Buenos Aires, al igual que en Roma y en otras 350 ciudades del mundo, la Comunidad de San Egidio promoverá una manifestación por la paz "ante la ola de violencia que afecta sobre todo a las zonas más pobres y marginales de nuestra ciudad".
Lo hará a las 17.30 del jueves, en la sede de la Escuela de la Paz, Juan Madera y Santo Domingo, en el barrio de Barracas. Allí, ese movimiento católico educa a chicos de familias muy pobres en el estudio y el juego, la convivencia y el respeto, con la idea de que la paz se va construyendo desde pequeños, generando actitudes de fondo que luego pesarán al tener que tomar decisiones en la vida adulta.
En el mensaje de este año, el Papa invita a tener en cuenta las investigaciones de economistas y sociólogos sobre aspectos de la pobreza en la globalización. Pero apunta a no olvidar la dimensión espiritual y moral. Si la pobreza fuera únicamente material, dice, las ciencias sociales, que ayudan a medir los fenómenos basándose sobre todo en datos de tipo cuantitativo, bastarían para iluminar sus características.
Pero hay pobrezas inmateriales que no son consecuencia directa y automática de la carencia material. El Papa observa que en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, pobreza relacional y moral: personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar pese a su bienestar económico.
Al afrontar implicaciones morales de la pobreza, el Pontífice señala que los niños son las víctimas más vulnerables e invita a ponerse de parte de ellos, privilegiando el cuidado de las madres, la tarea educativa, el acceso a las vacunas y al agua potable, el compromiso en la defensa de la familia y de la estabilidad de las relaciones en su interior.
El Papa advierte sobre la falta de respeto al derecho a la vida. "El exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza es, en realidad, la eliminación de los seres humanos más pobres". Y señala que mientras en 1981 un 40% de la población mundial estaba por debajo del umbral de la pobreza absoluta, ese porcentaje hoy se ha reducido a la mitad y "numerosas poblaciones, caracterizadas por un notable crecimiento demográfico, han salido de la pobreza". Recuerda que desde 1945 hasta hoy la población creció en 4000 millones y países con muchos habitantes aparecen como nuevas potencias económicas.
Habría recursos para resolver la indigencia, incluso con un crecimiento de la población, afirma. Pero no cabe hacerse ilusiones de que una política de pura redistribución de la riqueza existente resuelva el problema. Más allá del asistencialismo, a medio y largo plazo propone invertir en la formación de las personas y en una cultura de la iniciativa, que impulse a crear valor.