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Ayuda a la Comunidad |
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Kiev (Ucrania) – De vacaciones con los ancianos, para decir que una vida larga es un valor para todos Del 15 al 18 de junio algunos ancianos de dos residencias de Kiev, en Ucrania, han ido de vacaciones junto a los amigos de la Comunidad a una localidad de montaña, cerca de la ciudad. Fueron días plenos y felices, en los que los ancianos pudieron hacer cosas simples, pero que para todos ellos representaban solo un lejano recuerdo: ir a la peluquería, visitar un museo, tomar un café en un local de moda o hacer largos paseos por el bosque. Muchos de ellos no habían salido de la residencia en muchos años. Los ancianos en Ucrania tienen que hacer frente a condiciones de vida especialmente difíciles. Es una de las franjas de la población más débil, porque han sufrido más que los demás el empobrecimiento general de los últimos veinte años, entre el final del sistema socialista y la más reciente crisis económica. La pensión (que a menudo se tiene gracias al rendimiento de trabajos de buen nivel) no es suficiente para llegar ni siquiera a mitad de mes, entre otras cosas porque prácticamente no existen gratuidad o asistencia alguna en ningún aspecto de la vida de cada día. En particular es difícil comprar medicamentos (no hay casi ninguno que esté “subvencionado”), comer lo necesario o pagar los recibos. Muchos anciaons que viven en casa a menudo tienen a su cargo a hijos o parientes que no pueden mantenerlos porque el desempleo es elevado y también está muy extendido el alcoholismo. Muchos recurren a la limosna o intentan hacer algunos trabajos (que no es aconsejable hacer a una edad avanzada) para sobrevivir. Muchas de las personas a las que la Comunidad reparte la cena por la calle son ancianos de este tipo. Además, para estos ancianos frágiles siempre está presente el riesgo de perder la casa como consecuencia de asuntos o transacciones poco claros, y son muchos los ancianos que mueren solos en su casa, después de haber perdido la posibilidad de moverse y de procurarse de alguna manera el modo de subsistencia. Vista la situación, vivir en una residencia, paradójicamente, no es la peor situación, porque al menos allí se garantiza un mínimo nivel de supervivencia. Pero en los últimos años, como consecuencia de la crisis económica, también han empeorado las condiciones de las residencias: hay menos comida y es de menor calidad; cada vez es más difícil conseguir medicamentos, que haya personal sanitario o satisfacer las necesidades de la vida de cada día. A todo ello hay que añadir el aislamiento, la pérdida de identidad y, por tanto, de esperanza, comunes en muchos ancianos institucionalizados, pero agravados por un intolerancia social generalizada, e incluso por una difusa agresividad contra ellos. Una señal preocupante es que en Kiev cada vez más a menudo los ancianos –que deberían tener derecho a desplazarse gratuitamente en medios de transporte públicos– ven cómo les prohíben subir a los autobuses con la excusa de que el Estado no tiene fondos para reembolsar a las empresas de transporte. En esta dramática situación, la atención y el cuidado de la Comunidad representan, para muchos ancianos pobres, un motivo de esperanza. Al mismo tiempo, son la contestación a la idea de que, en un tiempo de pocos recursos, los ancianos constituyen un peso para la sociedad y la afirmación de un humanismo que no acepta reducir a la persona y a la vida a su productividad y considera la edad anciana como una conquista y un valor para todos. |
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