Andrea Riccardi
El encuentro entre Francisco y el patriarca de Moscú, Kiril, será llamado el encuentro de Cuba. Parece extraño que tenga lugar en la isla caribeña, pero todos ven la importancia histórica que tiene. Juan Pablo II y Benedicto XVI esperaron poder realizar el encuentro. No fue posible. Al inicio, el estilo franciscano de Bergoglio no gozaba de consenso unánime en el patriarcado de Moscú. ¿Cómo se explica el cambio?.
Una primera explicación hay que buscarla en el lugar. Cuba –ha declarado Hilarión, negociador de la parte rusa– significa un mundo nuevo. La nueva época de relaciones nace de las preguntas del gran mundo, como la persecución de los cristianos. Ahora la cuestión ya no es la lucha entre rusos y polacos, de luchas en el Este europeo: el mundo grande y turbulento desafía a las Iglesias. Los líderes de las dos iglesias tradicionales más grandes, la católica y la rusa, no pueden no hablarse. Esa ha sido siempre la posición de Francisco, que ha manifestado en varias ocasiones su voluntad de reunirse con el patriarca.
Una segunda explicación está en la Iglesia rusa. Kiril, que como metropolita ha mantenido la relación con Roma y conoce bien el catolicismo, no quiere dividir a su Iglesia. Es patriarca desde 2009, y ha renovado el episcopado con muchos nombramientos. Ahora han disminuido los opositores al encuentro con el Papa. Ha introducido reformas sustanciosas. Pero hace frente a graves problemas: la guerra en Ucrania (que forma parte de su Iglesia, y donde varios ortodoxos no reconocen al patriarca ruso) Hoy es el momento del encuentro. Kiril lo sabe y da un paso que habría querido dar hace tiempo.
Por otra parte está la necesidad profunda de restablecer la comunión o, al menos, de hablarse, algo que forma parte de la vida de las Iglesias. El mundo globalizado, en cierto modo, se une: la distancia entre las Iglesias es un sinsentido o, aún más, un escándalo. En mayo, las Iglesias ortodoxas se reunirán en Creta, en un Gran Concilio, acontecimiento histórico que hace más de medio siglo que se está preparando. Ese acontecimiento ha acelerado la decisión de Kiril de reunirse con el Papa. Por otra parte, el Patriarca, de joven, fue discípulo del metropolita ruso Nikodim, hombre de unidad. Paseando con él en la plaza de San Pedro en 1978, el metropolita le dijo al joven Kiril, señalándole la basílica: "En el año 2000, estaremos unidos con los católicos". La profecía de Nikodim no se ha cumplido, pero estará en la cabeza de Kiril cuando se reúna con el Papa en el aeropuerto de La Habana.
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