Maputo, Mozambique: Encuentro entre generaciones, niños y ancianos en fiesta
8 de julio de 2010
El pasado mes de junio se celebró en Mozambique el Día Internacional del Niño. Este año, los niños de la Escuela de Paz del Centro Nutricional de Matola han decidido celebrarlo de manera especial, visitando la residencia de ancianos de Nuestra Señora de los Abandonados, donde la Comunidad de Sant’Egidio realiza una visita cada semana.
Unos 60 niños invadieron pacíficamente, con curiosidad, alegría y cantos el exuberante y acogedor jardín de la residencia hasta llegar a la gran carpa central. Casi todos los 96 ancianos de la residencia estaban allí. Esperaban como siempre a sus amigos de Eu DREAM, pero se quedaron boquiabiertos al ver a todos aquellos niños alegres y contentos. A las 9 de la mañana la superiora de la casa presentó aquel día especial con una bienvenida de cariño y simpatía por la Comunidad, que había llevado una vez más un río de cariño con la presencia, cuanto menos insólita, de tantos niños en una residencia para ancianos.
Los ancianos no daban crédito a sus ojos, les parecía un sueño, todos aquellos niños en el jardín con ellos. Una anciana acariciando a un niño que estaba sentado a su lado dijo: “Hoy es un día grande para todos nosotros, los futuros dirigentes mozambiqueños están aquí, han venido a visitarnos, estos niños si crecen así de bien serán muy buenos adultos”
Algunos ancianos lloraban por la emoción, recordaban a sus hijos cuando eran pequeños, o a sus nietos. Muchas manos arrugadas cogían las pequeñas manos de los niños, los invidentes buscaban con discreción un contacto manifestando curiosidad y cariño por aquellos pequeños. Los niños se sintieron amados y acogidos. Un encuentro precioso, lleno de alegría y de conmoción sobre todo en el momento de los saludos, parecían inseparables..
Algunos niños después preguntaban: “¿Cuando seamos viejos nosotros también viviremos aquí?” O bien: “¿Estos abuelos por qué están aquí? ¿No pueden estar en mi casa como mi abuela que vive con nosotros?”. Preguntas simples y profundas como saben hacer los niños, que demuestran que la complejidad de la vida y sus dificultades pueden superarse con cariño y premura y que los pequeños son capaces de un amor grande. Los niños de la Escuela de la Paz solo pudieron irse después de prometer que volverían pronto. Y… ¡¡las promesas hay que mantenerlas!!
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