En Malawi, tras el Congreso internacional “Ageing in Africa”, la Comunidad continúa al lado de los ancianos
20 de septiembre de 2010
Tras el I Congreso internacional promovido por la Comunidad de Sant’Egidio “Ageing in Africa: Sensitizing the Nations”, celebrado en Lilongwe a principios de junio, el trabajo al lado de los ancianos en Malawi ha experimentado un notable desarrollo. Se han llevado a cabo varias iniciativas tanto en el ámbito cultural como en el de la intervención directa para mejorar la vida de los ancianos y favorecer la integración entre generaciones.
Uno de los retos que hay que afrontar es el de promover una nueva cultura del respeto y la solidaridad hacia los ancianos. En amplios sectores de la sociedad malawiana todavía existe un fuerte prejuicio según el cual quien llega a una avanzada edad practica la brujería y vive “robando” la vida a los más jóvenes. Es una creencia que se ha visto reforzada por la elevada mortalidad de los jóvenes adultos provocada por la difusión del sida. En el país el porcentaje de seropositivos está alrededor del 14% y se calcula que al menos un millón de niños y jóvenes son “huérfanos del sida”. Al mismo tiempo, la esperanza de vida, todavía muy baja (46 años) en comparación con los niveles europeos, se va ampliando y el número de ancianos aumenta. Es un fenómeno nuevo para el que el país no está culturalmente preparado.
El prejuicio contra los más ancianos se traduce en actitudes violentas (hay noticias no solo de discriminaciones y marginaciones, sino también de frecuentes episodios de violencia física, que llega incluso a la muerte). Para hacerle frente, la Comunidad está llevando a cabo una intensa acción educativa con los niños y adolescentes a través de las Escuelas de la Paz y las actividades del País del Arco Iris.
El 12 de septiembre pasado, en Blantyre, una importante ciudad del sur del país, se llevó a cabo una manifestación titulada “Years don’t separate us: young and elderly together” (“Los años no nos separan: jóvenes y ancianos juntos”) en el barrio de Soche, en la que participaron unas 150 personas de varias generaciones.
Frente a un público mayoritariamente muy joven, se sucedieron las intervenciones y los testimonios de personas de mucha edad, como Zunga, de 83 años, al que los presentes escucharon con atención e incluso entusiasmo.
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Los ancianos son la franja más débil y más pobre de la sociedad de Malawi, donde no hay sistema de pensiones. Si en la juventud uno vivía gracias al trabajo en el campo o a pequeños negocios, hoy debe hacer frente a grandes dificultades económicas. Muchos no pueden alimentarse suficientemente. Por eso la Comunidad organiza regularmente comidas para ellos: una respuesta al hambre y también a la soledad. Recientemente en Mzuzu, una ciudad del norte, la comunidad ha reunido a unos cien ancianos muy pobres, a los que visita regularmente, para hacer una gran comida.
Otro problema muy serio es la casa. Cada vez son más los ancianos que no pueden pagar el alquiler, sobre todo en las ciudades más grandes, y se ven obligados a vivir por la calle y a pedir limosna en el mercado. Precisamente en el mercado de Blantyre empezó la amistad con muchos de ellos. Una historia ejemplar es la de Gogo Nachuma, de 78 años, que huyó de Mozambique junto a su hija y a 14 nietos durante la guerra y que fue a Malawi en búsqueda de paz para su familia. Tras la muerte de su hija, Gogo se ocupó durante muchos años de los niños. Pero hoy es muy vieja y además su casa estaba en ruinas. Los jóvenes de la Comunidad, con sus manos, la han reconstruido.