"La bondad cansa, pero no agota; cansa porque es trabajadora y requiere repetir gestos personales", dijo el cardenal Jorge Bergoglio, el Jueves Santo, a los sacerdotes, al exponerles la alegría que se experimenta al desgastarse con bondad en el servicio, no por imagen (autocomplacencia) o por deber (eficientismo). Les pidió que supieran aproximarse al otro, acoger cordialmente, darse tiempo para hacer sentir a la gente que Dios tiene tiempo para ellos.
Así, los instó a ofrecer día tras día la vida por difundir el Evangelio, mezclando paciencia y cansancio con alegría. Pero en otro acto que presidió en la misma catedral dos días antes, de la comunidad San Egidio, se honró a quienes en los últimos años ofrecieron su vida muriendo como mártires y testigos de la fe. Al respecto, es llamativo que este año se le haya encargado guiar el Vía Crucis en Roma a un obispo de la India, donde los cristianos están sufriendo graves persecuciones.
En el acto de San Egidio se recordó al padre Bernard Digal, de 45 años, sacerdote católico asesinado en Orisa, India, por radicales hindúes, y a Hrudayanand Nayak, laico, golpeado hasta morir en febrero de 2009, en el bosque de Rudangia, un pueblo de mayoría cristiana que meses antes había sido atacado por 4000 personas que quemaron las casas y la iglesia.
Se recordó, asimismo, a los cristianos de toda confesión que dieron su vida durante el régimen soviético y a los que combatieron la barbarie del Tercer Reich con la fuerza de la palabra y de la fe. También a los cristianos que en España, durante la Segunda República, y en México de los años 20 fueron asesinados por odio a la fe, y a los armenios masacrados en 1915 y años siguientes.
Africa estuvo presente en un sacerdote de Camerún, Adelin Ze, que estudia aquí. Se memoró al padre Michael Kamau, vicerrector de un seminario de Kenya, asesinado en enero último por jóvenes armados. El periodista José Ignacio López mencionó la sangre derramada por testigos de la fe en América para que, en el espíritu de Aparecida, se continúe su estilo evangélico. Se evocó al padre Ramiro Ludeno, que atendía a chicos de la calle, asesinado el 19 de marzo en Recife, Brasil.
