Minister of Foreign Affairs, El Salvador
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Amigas y amigos:
La migración es tan antigua como la humanidad misma y aun así seguimos resistiéndonos a verla como una condición inherente a los seres humanos.
Las imágenes que recientemente han impactado al mundo y nos han llevado a reflexionar sobre los riesgos que corren todos aquellos que se ven motivados a migrar, exponiéndose incluso a perder la vida, tristemente no son nuevas para mi país y para muchos países en el mundo.
No obstante, me gustaría compartir este pensamiento que me llena de esperanza:
"Frente a la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y por el hambre, y quienes recorren un camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama a ser hospitalarios con los más pequeños y más abandonados y a darles esperanza concreta".
Esta frase de su Santidad, el Papa Francisco, que ha movido a la acción a muchos católicos en el mundo, nos hace tomar conciencia de la dimensión humana que tienen las migraciones y los contextos tan complejos y trágicos en las que estas pueden tener lugar.
La migración de miles de personas en todos nuestros territorios nos debe de obligar a repensar el mundo bajo conceptos fundamentales tales como la solidaridad, la empatía, el amor y la familia. Ante las diferentes crisis migratorias que enfrentamos no debemos de perder la perspectiva de que somos seres humanos más allá de las nacionalidades, razas, fronteras, políticas y que partiendo de esa esencia podemos vernos como hermanos y hermanas.
Esto nos conduce a comprender el carácter dinámico, multicausal, pero también multidimensional, de la migración ya que impacta los diferentes ámbitos de la sociedad, y por ende el desarrollo de las personas, por cuanto trastoca todas las estructuras económicas, sociales, culturales e incluso políticas tanto en el país de origen de los migrantes, así como en los países de tránsito y en los de destino.
En este sentido es importante no perder de vista los diferentes enfoques de la gestión de las migraciones que pasan por la garantía de derechos pero que también deben responder a las necesidades de diferentes grupos poblacionales y a la promoción del desarrollo humano.
Amigos y amigas,
Debemos analizar la migración desde una concepción integral que privilegia la aplicación de acciones migratorias basada en los principios de tolerancia, solidaridad, pleno respeto a los derechos humanos, igualdad de género, justicia, inclusión y equidad social, tomando como eje central al ser humano.
Nuestra propia experiencia, como un país que históricamente ha mantenido flujos migratorios por diferentes causas, nos ha permitido entender el tema de la migración y reconocer en este una perspectiva social que requiere respuestas estatales adecuadas a estándares internacionales en materia de derechos humanos.
Esto ha favorecido que tengamos una visión más integral de las dificultades que la población enfrenta y las necesidades que debemos solventar, además de ponernos metas claras y estratégicas de cómo enfrentar los motivos que impulsan a las personas a migrar aún bajo condiciones desfavorables.
Entendemos también que los desafíos de la migración no pueden ser abordados por los Estados en forma aislada. Y que, ante la movilidad humana, los Estados debemos asumir responsabilidades compartidas desde nuestras propias realidades y nuestros propios contextos.
Amigas y amigos:
Hablar sobre la migración y los retos que presenta es peculiarmente doloroso cuando estos meses recientes hemos tenido que ver una realidad que muestra el rostro más triste de cuando la migración es motivada por la desigualdad y la irregularidad.
Debemos atender el llamado que nos hacen estos miles de niños, niñas, madres, padres, ancianos de todas las razas, que frente a una situación insostenible en sus países encuentran en la migración la única esperanza de protección y de una mejor vida.
Esta desgarradora realidad que ahora se ha puesto frente a nuestros ojos es el pan de cada día de muchos migrantes que exponen sus vidas a grandes peligros en busca de un mejor futuro o como única opción para salvaguardar su vida, ante esta realidad que hemos observado con tristeza en estos últimos días no podemos ser indiferentes.
Por tanto, debemos pensar que es el deber de todos los pueblos situar esta realidad como una temática de primer orden, no solo cuando existe una emergencia que nos desborda o nos impacta mediáticamente sino como parte de las obligaciones propias de la solidaridad internacional y de las obligaciones que tenemos como Estados.
Debemos abrir los ojos y darnos cuenta que una sola pérdida humana es demasiado y suficiente para que actuemos y pensemos que nuestros países no pueden seguirse viendo bajo la óptica de fronteras o bajo la óptica exclusiva de seguridad territorial. No podemos permitirnos que los costes de vidas, de ilusiones, de futuro sean tan altos para nuestros países.
Es por eso que hacemos votos porque se aborde este tema con la profundidad que requiere, dándole la preponderancia que se merece, pero además dando pasos sustantivos hacia la protección de Derechos Humanos y la mejora de los medios de vida de la población.
Quiero agradecer a la Comunidad San Egidio por la invitación a este foro, por este esfuerzo de reflexión y análisis que nos permite generar espacios que son especialmente productivos para conocer y compartir nuestras experiencias.
La Comunidad San Egidio siempre ha sido un aliado en nuestro país, nos recuerdan permanentemente el debernos al prójimo, a nuestros hermanos salvadoreños que nos necesitan y especialmente fueron aliados estratégicos en el impulso de la causa de nuestro amado Monseñor, hoy Beato, Romero.
Estoy convencido que este espacio y estos días de diálogo nos permitirán llegar a importantes conclusiones y a generar un mayor conocimiento de los problemas que enfrentamos en el planeta pero sobre todo a que los mismos no nos sean indiferentes.
Muchas gracias y que Dios nos bendiga a todos.
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