La lengua y la cultura son un camino para vencer el miedo a los demás y construir las nuevas generaciones de italianos. La entrega de los certificados de la Escuela de Lengua y Cultura Italiana de Sant'Egidio de Génova, el domingo 8 de noviembre, fue la ocasión para reflexionar sobre el futuro de la ciudad y sobre los caminos para acoger e integrar a los nuevos europeos.
El curso pasado se inscribieron quinientos estudiantes en la sede genovesa de la escuela, entre los que había unos cien solicitantes de asilo que hicieron el curso de verano, y también aquellos que obtuvieron el diploma Celi (certificado lingüístico obtenido en colaboración con la Universidad para Extranjeros de Perugia) y un grupo de mujeres ucranianas sordas que hacen clases desde el año pasado, acompañadas por un mediador que traduce las clases a la lengua de signos. Fueron muchos, los "nuevos italianos" que participaron en la ceremonia y celebraron los diplomas junto con sus maestros.
"En este tiempo hace falta una nueva visión para Europa, hay que ir más allá del desarraigo y el miedo a la invasión", explicó Claudio Bagnasco, maestro de la escuela de Sant'Egidio de Génova. "La presencia de amigos que vienen de lejos nos da un corazón, da sentimientos de conmoción, de solidaridad y también de indignación que nos despiertan de nuestra frialdad, de la indiferencia y de la inercia". Mor Gueye, senegalés de 36 años, que está en Italia desde hace cuatro años, habló del futuro: "a veces los días son realmente una lucha dura por continuar, para no quedar ahogados por los problemas. Pero hay un futuro que no es solo mío, no es solo de cada ciudadano, sino que es de todos nosotros juntos. Este futuro lo tenemos que construir juntos. Tenemos que buscarnos, no ignorarnos".
Y Abir, estudiante de instituto originaria de Marruecos, explicó qué significa para ella ser una nueva ciudadana italiana: "en casa entre nosotros hablamos bereber, profesamos la religión islámica, comemos alimentos marroquíes. Mis orígenes marcan mucho mi vida, pero hoy me siento hija de dos países, Marruecos, que ha dado la vida a mi familia, e Italia, que me la ha dado a mí, donde estudio y donde veo mi futuro. Ser italiana para mí significa contribuir, con mi granito de arena, a construir un país más acogedor, generoso con todos, un país que se preocupa de llevar la paz donde no hay paz". Había muchas autoridades presentes: desde la Fundación para la Cultura de Palazzo Ducale, hasta Marco Allegreti, primer dirigente de la Oficina de Inmigración de la Comisaría de Génova, o Sara Pagano, Directora General de la Oficina escolar regional. La Escuela de Lengua y Cultura Italiana de Sant'Egidio, dijo, es capaz de llegar allí donde las instituciones no logran integrar con la educación. De ese modo, se pasa de la acogida a la inclusión".
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